Cómo es posible que un país que se ha construido a partir de tantas piezas pueda haber reducido su identidad a una calle repleta de Fishy Joe’s, Waltmart y Hooters. Puede que en busca de la unidad Estados Unidos haya tenido que sacrificar el crisol de pueblos y culturas que le dio origen. Vale, todavía existen ciudades como Nueva York o San Francisco, pero estas megalópolis sufren de una clara división entre las culturas que la componen. Creo que solo existe un lugar en el que la fusión de civilizaciones sí ha creado un concepto superior al de sus partes. Ese lugar es Nueva Orleans y hoy, día grande de la ciudad del Mississippi, celebramos su diversidad.
No podemos comenzar esta historia sin ritmo y nadie tiene más groove que la leyenda de Bogalusa, Proffesor Longhair. Únanse a esta second line virtual o dejen que el desfile marche sin ustedes.
El miércoles de ceniza marca el comienzo de la cuaresma y los países católicos se preparan para dejar de comer carne hasta la Pascua. En estas fechas, los europeos medievales y pudientes se reunían para terminar con las reservas de huevos, leche y carne que podían echarse a perder. Los franceses llamaron a ese día Mardi Gras, el martes de la grasa. En nuestro país usamos la palabra Carnaval (Carnestoltes en Cataluña), pero tiene el mismo significado etimológico. Compuesto por carne y levare en latín, viene a significar algo así como quitar la carne.
El comienzo de la primavera ha sido tiempo de celebraciones de fertilidad y de desenfreno a lo largo de la historia. El antiguo ritual romano de los Lupercales es un ejemplo, pero quizás la festividad más conocida entre los antiguos latinos es la Saturnalia, que se celebraba en diciembre. Catulo la llamo «la mejor de las fiestas» y estaba dedicada a Saturno en celebración de los días que se hacían cada vez más largos tras el solsticio de invierno. Es ingenuo hacer una conexión directa entre el carnaval que aparece en Italia en la Baja Edad Media, y que se extiende en el siglo XIV como la peste negra, con estos ritos más antiguos. Pero sí sabemos que cuando el cristianismo llamó a las puertas del imperio romano, se encontraron incapaces de doblegar las ganas de fiesta y asumieron estas prácticas pecaminosas dentro de su calendario religioso. Así el periodo de carnaval comenzaría tras la epifanía del señor (6 de enero) y duraría hasta el comienzo de la cuaresma.
La celebración del carnaval llegó a América del norte en el siglo 17, como una tradición católica francesa traída por los enviados del rey Luis XIV para proteger el territorio de la Luisiana. Fue en Mobile, Alabama, entonces capital del territorio, donde nació la primera organización secreta relacionada con el Mardi Gras. Con algo de capricho y de ortografía arcaica, decidieron llamarse la Mistick Krewe of Comus, haciendo referencia a los versos «Comus with his crew» del poema de John Milton, A Mask Presented at Ludlow-Castle.
La mitología romana representa a Comus como un joven borracho agarrado a una antorcha, y es el dios de la jarana y los devaneos nocturnos. Milton habla de él como un granuja hijo del dios del vino y de Circe, la hija del Sol. El grupo dedicado a esta deidad desfiló por primera vez en la noche de carnaval de 1857, ayudados por antorchas y subidos a dos carrozas tiradas por mulas. Esta práctica nocturna todavía puede verse en los espectaculares desfiles de los Flambeaux, antiguos esclavos que sujetaban teas en llamas para iluminar las procesiones y que hoy bailan con tubos de gas en la espalda.
El Gran Duque de Rusia Alejo Alexandrovich, de la familia Romanov, visitó los carnavales en 1872 siguiendo a una actriz británica de la que estaba enamorado. Con motivo de su visita las krewes montaron los primeros desfiles diurnos y decidieron nombrar a un rey de la fiesta; Rex, en latín. Inmediatamente eligieron como colores oficiales aquellos que les parecieron más regios: púrpura, oro y verde. Hubo que confeccionar una bandera y se eligió como himno la canción favorita del Duque: If Ever I Cease To Love; sacada de la obra de teatro Bluebear, en la que su amada tenía un papel. Hacía apenas medio siglo que los esclavos reunidos en Congo Square empezaron a bailar al ritmo de la música Dixie y el primer Jazz.
A día de hoy siguen utilizándose los mismos colores y el Rex sigue cruzando el Mississippi para llegar a Nueva Orleans. En tierra le aguardan el alcalde y varios miles de personas para entregarle las llaves de la ciudad y colocarle en su trono-carroza. Desde hace un siglo y medio, el carnaval se ha cancelado apenas una docena de veces. No había nada que celebrar durante la fiebre amarilla de finales del siglo XIX; tampoco durante la guerra civil americana y las dos guerras mundiales.
Un nativo de la ciudad me explicó que «un tornado se parece al dedo de Dios cuando aplasta un punto en particular; pero un huracán es la palma de su mano que barre todo lo que encuentra.» Después de que el huracán Katrina arrasase la ciudad en agosto de 2005, muchos pensaron que la fiesta sería anulada por primera vez desde la última guerra mundial. A pesar del desastre, Nueva Orleans salió a las calles de manera no oficial, y desfiló por las zonas menos dañadas. Fue una celebración del poder de la tradición en un gran esfuerzo por mantener la normalidad.
En un principio y debido a su naturaleza colonial, el Mardi Gras excluía a los esclavos africanos y caribeños; además de los nativos americanos. Durante años las celebraciones se asociaron con la alta sociedad criolla, que intentaba disimular su nueva condición imitando al viejo continente y llenando los salones de baile con música europea y lujosos vestidos y máscaras. La organización negra más importante es la Zulu Social Aid & Pleasure Club, que no se asentó hasta principios del siglo veinte. Parodiando al gran Rex, el primer rey Zulú gobernó con un cetro-banana y una corona hecha de latas de manteca. Mientras que el rey blanco entraba en la ciudad cruzando el Mississippi en barco de vapor, el Zulú utilizaba un pequeño pesquero de ostras para remontar el New Basin Canal. Mientras que en el desfile principal los participantes reciben collares de cuentas, los reyes negros pintan y regalan cocos al público, mucho más raros y preciados. Los participantes se pintan la cara de negro y blanco, y visten faldas de paja, sombreros de plumas y collares de huesos. Que no os sorprenda el gusto por lo macabro, Luisiana es territorio vudú. El culto a la serpiente, como lo llaman en Puerto Príncipe, está muy presente en este mundo de pantanos y espíritus.
Una de las experiencias más autenticas del Mardi Gras es presenciar dos tribus indias enfrentarse. No se conoce bien el origen de esta tradición en la que personas de color desfilan vestidos al estilo de los nativos americanos. Se cuenta que comenzó como una manera de pagar tributo a los nativos que ayudaron a liberar a los esclavos. En la actualidad existen docenas de tribus en Nueva Orleans (con nombres divertidísimos como los Golden Eagles, Flaming Arrows, Yellow Pocahontas, y los Bayou Renegades). Operan siempre fuera de los circuitos turísticos del centro y tienen su propia jerarquía con un Big Chief a la cabeza. Esta jerarquía demarca un poder social que se extiende más allá de la temporada de carnaval y entra en el día a día de los miembros y de sus barrios. Los magníficos trajes de plumas tardan un año en hacerse a mano, y son distintos cada temporada.
Las marchas al ritmo de los tambores nos dejan una música callejera, llena de reminiscencias tribales tanto nativo americanas como africanas y caribeñas. Cuando dos jefes se encuentran, los ritos demandan una pelea teatral llena de música, bailes y masculinidad; y es que se juegan el puesto del mejor vestido del año. Uno de estos cantos de guerra es el Iko-Iko, por todos conocidos aunque de manera algo inconsciente. Es imposible dejar de bailar el ritmo pagano del Jakamo Fi Na Ye.
El nacimiento de esta tradición tan extraña puede tener que ver con el jefe Becate, de la tribu Creole Wild West, considerados los primeros en disfrazarse como indios americanos en el carnaval de 1880, siendo copiados por el resto. Algún historiador defiende que la inspiración fue tomada de los nativos americanos que acompañaban el espectáculo del salvaje oeste de Buffalo Bill. Se piensa que el jefe Becate tenía ascendencia nativo americana, lo que refuerza la teoría de que las tribus acogían a los esclavos negros que conseguían fugarse.
Por último no hay que olvidar el tenebroso Courir de Mardi Gras, que organiza la población Cajún en las zonas rurales. Esta carrera (courir en francés), se celebra a caballo y todos los participantes se disfrazan con máscaras, retales de colores y capuchones al más estilo semana santa. La comitiva recorre las granjas de la zona pidiendo ingredientes para luego preparar una olla de gumbo comunal. Tradicionalmente, un granjero dona un pollo vivo que tendrá que soltar para que el resto lo atrape como pueda, dando comienzo a la competición. El menú se completa con cangrejos de río cocidos en ollas de varios kilos y con ostras recolectadas del pantano.
El gran Hank Williams le cantaba a una variante campestre de la paella, ese delicioso Jambalaya, en uno de sus temas más conocidos.
La minoría Cajún habla un dialecto primitivo del francés y ha conservado no solo una tradición culinaria que se extiende desde los primeros colonos franceses en América y los aborígenes canadienses (los Métis concretamente, mezcla de aborígenes y europeos del siglo XV); si no que mantienen una maravillosa música rural, con raíces e instrumentos europeos, pero muy alejada de los bailes de salón y las intrigas de la alta sociedad. Como detalle curioso, observemos que muchas de las imágenes que utilizan en True Detective para ilustrar antiguos rituales de sangre y paganismo, son en realidad fotografías de courieres de principio de siglo.
Así que hoy salgan a la calle y desfilen, que tienen una buena excusa. Ya sea desde el River Bend al barrio francés, o bajando desde Treme hasta Frenchmen street por la antigua Congo Square (hoy Louis Armstrong Park). Incluso si solo pueden moverse entre la calle Fuencarral y la plaza de Bilbao, metan en sus dispositivos algo de savia sintonizando la WWOZ, que lo retransmitirá todo desde el corazón de la ciudad. Celebrar Mardi Gras es realizar una alabanza a pie de calle, es disfrutar de una manera de vivir guerrillera, que existe dentro de nosotros sin discriminación de raza o credo.
Dr. John, sigue tú.
Muy interesante. Solo un par de apreciaciones:
La primera, la cuaresma no dura hasta el domingo de resurrección, sino hasta el domingo de ramos. Desde ese domingo hasta el domingo de resurrección se celebra la Pascua.
La segunda y esta es más opinion, Nueva Orleans, al contrario de como dice el artículo me parece la ciudad menos americana de todos los Estados Unidos. Nueva Orleans es la más europea de todas las ciudades norteamericanas, solo hay que fijarse en sus cafés, el propio George Steiner la llamaba «puesto avanzado Galo» en su ensayo ‘La idea de Europa’. Pero lo dicho, esto último solo es una opinión.
Juraría que el ayuno termina el día en el que se conmemora la última cena, esto es el jueves santo; pero he incluido la pascua completa como parte de la cuaresma, mea culpa. En cuanto a tu segunda apreciación, creo que hablamos de lo mismo. En el artículo no pretendo defender su «americaneidad». Nueva Orleans es una excepción dentro de EEUU al haber sido capaz de crear una identidad fuerte y propia desde varios pedazos inconexos. Entiendo tu opinión y la comparto, pero no incluir a esta ciudad en Norte América creo que obedece a varios motivos culturales que nos hacen tener más presente su origen colonial (que fuese española durante un rato, por ejemplo); lo que en el fondo se puede aplicar a casi todas las zonas interesantes de EEUU. Nueva Orleans es el principal puerto del río Mississippi (que recorre medio país hasta Minnesota), se rindió a la Union sin más pelea durante la guerra de Secesión y Luisiana es Estado desde principios del XIX (Nuevo México no fue incluido hasta 1912). Nueva Orleans es muy americana, aunque no nos guste admitirlo.
Una de las cosas con las que más sueño es con conocer Nueva Orleans en persona. Enhorabuena por el artículo
Muchas gracias Jose por tu comentario. Anímate y visita Nueva Orleans, no puede defraudarte.