¿Qué fue antes, la ciudad o el ciudadano?

“Hermanas que todavía viven juntas a los 40. Hermanas que seguirán viviendo juntas a los 80” Hidrogenesse: Dos tontos muy tontos

Esta semana estoy trabajando en la capital del Estado. En la calle, las luces y los colores son como una droga que me paraliza cada vez que pienso en mudarme aquí. Existe el barrio de los Erasmus, el de los viejos y las peluquerías, los pequeños nicolases tienen su zona aparte y el resto ha sido ocupado por turistas del interior. Siguiendo esta tendencia a dividir la ciudad de forma eficiente, por el que a cada esquina le corresponde una función, propongo buscar un barrio donde fundar un pequeño paraíso para los becarios.

Sueño con un lugar donde los bares dejen de servir café para vender una experiencia. En cada esquina crearíamos grandes contenedores culturales donde colgar cámaras de seguridad. Los Stradivarius serían los únicos con licencia para volcar su música en las calles. Imagino tiendas de ropa usada e importada de Estados Unidos, donde también recojan nuestras donaciones para mandarlas a otros lugares pobres. Convertiríamos los cines en yoga centers con escaparates rebosantes de guapos y guapas quemando gin tonics en horario de oficina, mientras los niños viven en otro barrio lleno de colegios y de residencias para ancianos. Las avenidas desaparecerían bajo las terrazas especializadas en nachos, cerveza y bocadillos. Los supermercados producirían su propio aceite de marihuana ecológico. Sueño con una nueva raza de consumidores de productos orgánicos que a la vez sean sus productores y publicistas.

“Como vecino mi problema es esquivar las mierdas de perro, las meadas, los vómitos y las latas de cerveza del botellón de la noche anterior, intentar conseguir dormir mientras debajo de mi ventana están gritando a las cuatro de la madrugada o que los camellos de la esquina no vuelvan a pelearse una vez más”, dice Joaquín García Martín, galerista de arte del barrio de Lavapiés, siendo interrogado para este artículo. “El hecho de que haya gente que sea capaz de poner en marcha algo en lo que creen para mí es un milagro y un regalo”.

La gentrificación es la solución a tus problemas, querido vecino de clase media. Hay que comprar barato y vender caro. Descubramos una zona llena de mercerías y charcuterías, un sitio pobre que reconvertir en nuestro paraíso. Solo necesitabas un grupo social fuerte para sustituir a una población conflictiva. Los becarios estamos dispuestos a responder a la llamada.

Sabemos que la división de las ciudades en compartimentos cerrados solo tiene ventajas, no solo de racionalización económica. Quién necesita una ciudad mediterránea, compacta, diversa y multifuncional; yo quiero ser absorbido por un modelo urbanístico disperso, zonificado, dependiente del vehículo privado, expandido en el territorio, y mucho más consumidor de recursos. Crear barrios temáticos nos defiende a todos de la afrenta que supone la pobreza y otros problemas sociales, con los que ya no habría que compartir un vinculo territorial, con los que no tendríamos que vernos las caras. Aceptemos que esto de la globalización cada vez tiene más forma de red nodal, que estamos unidos en la exclusión. Hemos conseguido que nadie se pregunte dónde está la banda del pegamento, los yonquis y las prostitutas hasta que salen por la tele.

¿Qué fue antes, la ciudad o el ciudadano? Sea cual sea la respuesta, desengañémonos del todo. Los becarios no somos una clase social fuerte como fueron los gentrys ingleses. Observemos mi propio caso. No soy bohemio, no gano dinero, no soy de este siglo ni del anterior. A pesar de no ser capaz de definirme mis pagas cotizan a la seguridad social. No soy vecino de nadie en Madrid, pero me considero un ciudadano en periodo de prácticas y me siento discriminado.

Nuestro Estado no puede desconocer la realidad de marginación y exclusión social en la que vivimos millones de becarios. Todo el mundo tiene su barrio menos nosotros. Es absolutamente necesario la puesta en marcha de programas para la consecución de viviendas de integración social por parte de las distintas administraciones, como una de las medidas más eficaces para luchar contra la exclusión y cumplir con los justos derechos de los ciudadanos.

Estamos hartos. Convocaré a las abuelas a manifestarse en las esquinas de cada calle. Juntos recuperaremos nuestra ciudad. Sin partidos. Pásalo.

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