Pero los poetas han resuelto, pero los poetas han resuelto, que los libros sagrados son los poemas más viejos de la historia. Y que en ellos, y que en ellos, la literatura es un asunto que se vive, no que se lee, o escribe, o recita. En ellos, hace mucho tiempo, un hombre con gafas oscuras miró al mundo, y dijo, y dijo, y al decir creó, porque el verbo, es decir la lengua, es la primera forma de tocar las cosas […]
Así, de manera concisa y remitiendo al mismo tiempo a tradiciones europeas y latinoamericanas, se define la poesía en La teoría de las cuerdas azules, del poeta mexicano David Meza (1990). Se trata de un fragmento hasta ahora poco conocido de El sueño de Visnu, libro que, tras años de elaboración artística y editorial, vio la luz de la mano de El Gaviero Ediciones el pasado veinticuatro de septiembre del presente año.
Lo cierto es que tanto la llegada a la Península de Meza como la publicación de la versión completa de su opera prima habían suscitado una considerable expectación, por lo que no es de extrañar que su presentación en La Casa Encendida de Madrid se hubiera convertido en un evento de interés, ya fuera para simples iniciados o para los profesionales de la lírica contemporánea (léase esta línea con el debido sarcasmo).
Por un lado, el excelente trabajo promocional realizado por El Gaviero había dado sus frutos. Lejos de los miles ––y miles–– de euros que los gigantes editoriales acostumbran a gastar en anunciarse en suplementos y periódicos, cartelería y posicionamiento en grandes superficies, la estrategia de esta pequeña editoral almeriense había pasado por hacerse un hueco en las redes sociales, erigirse como tema de moda en la blogsfera y contactar, de tú a tú, con algunas de las voces más interesantes de la poesía joven de nuestro país. Y es que el tour de David Meza por España no se ha limitado, como suele pasar, a recorrer ferias del libro, sino que, por el contrario, y habiendo comenzado en Barcelona (donde el autor mexicano recitó textos de El sueño de Visnu junto a otros poetas como Unai Velasco, Ana Correro, o Sergio Espinosa), se ha extendido también hacia acontecimientos tan relevantes del panorama nacional como Cosmopoética en Córdoba o Perfopoesía en Sevilla.
Por otro lado, dicha promoción, cuyo éxito reside sobre todo en que apuesta por garantizar el contacto de una obra con su público natural, no ha sido más que un oportuno complemento para El sueño de Visnu, libro ya de por sí bastante interesante. En primer lugar se trata de un poemario (¿poemario?) de quinientas páginas, algo raro teniendo en cuenta que el autor ha cumplido hace poco veinticuatro años. En segundo lugar, se trata de un texto escrito casi por completo en prosa, lo cual lo sitúa en las antípodas de la poesía joven de nuestro país, que destaca, salvo en contadas excepciones, por estar anclada en un versolibrismo mucho más formalista que sonoro. Además, el libro de Meza combina texto con fotografías y diagramas y, en lugar de una poética auto-reflexiva o, peor aún, meramente auto-confesional, propone una idea integradora de la lírica, dentro de la cual tienen cabida tanto la filosofía como la física y las matemáticas. Por supuesto, nada de esto es nuevo, sobre todo si uno se aleja un poco de la tradición peninsular de los últimos años y se adentra en las obras de poetas tan dispares como César Vallejo, Vicente Huidobro, Homero Aridjis, Raúl Zurita, Eduardo Milán, Chantal Maillard o Roberto Bolaño; pero lo verdaderamente interesante de esto no es que no se haya hecho antes, sino que tantos cabos sueltos se han reunido por primera vez en un nudo gordiano de considerables proporciones.
Para ilustrar lo dicho arriba, transcribo tres fragmentos de El sueño de Visnu extraídos casi aleatoriamente de la primera y la segunda parte:
1)
Mi madre, ese féretro de células y cáncer, yace desnuda bajo la lluvia. Su corazón es un nervio nocturno que se atora a las sombras del cuerpo. Ella sostiene entre sus manos un signo de ceniza. Mi madre, esculpida por tres dioses miserables, yace desnuda bajo la lluvia, y tiene el terrible deseo de bailar con los caballos de la luna. Yo pienso en ella, como se pensase de un colibrí congelado entre los bosques de la mente […].
2)
La repetición es un acto ilusorio. La repetición es un acto ilusorio.
La repetición es un acto ilusorio. La repetición es un acto ilusorio.
La repetición es un acto ilusorio. La repetición es un acto ilusorio.
[…]
3)
Quiero que los artistas arrojen sus obras a los mares y comiencen a escribir sobre sus cuerpos
Quiero que mi edad sea la vida
Quiero que la literatura universal sea llamada en el futuro la historia de la preliteratura
Y quiero que los poemas más hermosos de mi generación sean escritos en las paredes del metro
***
Finalmente, la obra y su autor fueron presentados en Madrid el pasado jueves dieciséis de octubre, inaugurando así las jornadas sobre poesía joven que Luna Miguel organizaba en La Casa Encendida.
Al día siguiente, en el marco de este mismo evento, llamado Mil novecientos violeta en alusión a un verso del propio Meza, se realizaría también una mesa redonda dirigida por Elena Medel en torno al papel de Internet en la poesía de los últimos años. En ella participaron poetas de muy diverso estilo y filiación, pero que compartían su juventud y su vivo interés por las posibilidades creativas que la red ofrece. Eran Arturo Sánchez (1990), Annie Costello (1992), Miguel Rual (1992), Óscar García Sierra (1994) y Rosa Berbel (1997), casi todos miembros a su vez de Los perros románticos, una comunidad online de poetas en lengua española que abandera desde hace escasos meses el objetivo de utilizar las redes para ampliar la comunicación entre escritores de poesía. Meza, sin embargo, en la entrevista que le realizó Luna Miguel el día enterior, durante la presentación del libro, afirmó rotundamente que Internet había jugado hasta el momento un papel insignificante en su faceta artística. «En mi casa no tengo Internet», dijo con envidiable sencillez el autor mexicano, «no tengo Facebook ni Twitter; solo un correo electrónico que consulto cada poco tiempo, y ya». Tal jarro de agua fría, en un entorno en el que no tener Internet parecía ser peor que haber perdido un brazo o una pierna, no enfrió, sin embargo, el tono distendido, en ocasiones sorprendentemente infantil, de la charla de Meza, cuya tremenda timidez adelantaba algunas de las particularidades de su personalidad.
Y es que no deja de ser llamativo que un poeta con la capacidad de verbalizar un libro de la talla de El sueño de Visnu ––que, por cierto, será solo la primera parte de un gigantesco poemario compuesto por otros dos libros de longitud similar–– evitase dar respuesta a prácticamente todas las preguntas que aludían a su obra o a sí mismo. Es interesante, sin embargo, que el poeta mexicano se mostrase muy animado cuando se le preguntaba sobre filosofía o matemáticas, pues, al parecer, y según él mismo reconoció, la fascinación que siente por dichas ramas del conocimiento es igual o superior a la que le produce la materia escrita.
Las sensaciones de la entrevista, en general, fueron más que positivas. En contra de lo que cabría esperar y, como hemos adelantado, Meza se mantuvo en todo momento alejado del tono pedante y presuntuoso de muchos artistas, aunque no aportó demasiadas herramientas que nos pudiesen ayudar a dar con los cabos escondidos de su texto. Sí que afirmó, desconcertando tal vez más a los presentes con su tímida sonrisa, que no veía más mérito en escribir su libro que el que veía en beberse la cerveza que tenía en la mano, y que el lenguaje, cuando él escribe, simplemente «sale».
Desde luego, Mil novecientos violeta han sido de una enorme utilidad, no tanto para acceder al estilo común de una nueva generación de poetas ––que seguramente ni siquiera existe como tal––, sino apara poder hacernos una idea de la gran riqueza que subyace en la pluralidad de las proposiciones de sus integrantes.
En resumen, y para beneficio de esos a los que nos encanta la literatura, contamos con poesía para rato.