Melancolía de un pasado presente. «Memories» de Otomo, Morimoto y Okamura

El director y mangaka Katsuhiro Otomo es uno de los dibujantes y guionistas de cómics manga más conocidos a nivel mundial junto al inmortal Osamu Tezuka. La fama le llegó bruscamente desde la publicación de su ópera magna, Akira, un relato futurista en el que los violentos jóvenes han tomado el control de las calles de Neo Tokio tras un devastador cataclismo a finales del siglo XX. Otomo aúna de esta forma el imparable avance tecnológico de Japón con el miedo a la nueva juventud japonesa en una deprimente visión nada halagüeña sobre el camino que está tomando su país. Tras la buena acogida que tuvieron las primeras entregas del cómic la película no tardó en comenzar a realizarse, aunque fue un largo trabajo de seis años. Tanto el cine de animación como los mangas que se producen en Japón suelen ser de consumo exclusivamente interno, y tan solo los más exitosos tienen la suerte de exportarse al mercado extranjero. Si bien en la actualidad esto se mantiene, en los años 80 se llevaba de una manera aún más estricta, y Akira fue uno de los primeros filmes que rompió con estas restricciones y ayudó a la expansión de la cultura del país.

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No obstante, su trayectoria como dibujante, guionista y director no termina con Akira. Dentro del campo del cómic ha realizado obras tan destacables como Memories, un cajón de sastre lleno de relatos breves en los que el autor tiene la oportunidad de dejar volar libre su fecunda imaginación. Este manga sirve de punto de partida al film con el que comparte nombre, tres historias escritas por Otomo de las cuáles dirige tan solo una, cediendo las otras dos a Kôji Morimoto y a Tensai Okamura. La primera de ellas lleva por título Rosa Magnética, en la que una nave espacial encargada de recoger residuos en gravedad cero se topa con la llamada de auxilio de una extraña construcción con forma de rosa en medio de la nada. En Bomba fétida, un trabajador de una empresa farmacéutica toma un medicamento experimental para tratar de acabar con el eterno catarro que sufre, pero como efecto secundario trae aparejada la sudoración de una nube tóxica a su alrededor que mata cualquier vida humana que se le acerque lo más mínimo. Por último, en Carne de cañón se muestra la rutina diaria de una familia en un futuro gris y triste. Como suele ocurrir en las obras conjuntas, algunos capítulos son mejores y otros peores, es casi imposible encontrar un nivel parejo en este tipo de experimentos, y la media final puede ser consecuencia del desequilibrio provocado por algún capítulo. En Memories, el primero de los tres episodios destaca muy por encima de los otros dos, mientras que el segundo es el más deficiente. A la hora de analizarlos alteraremos el orden de manera ascendente en cuanto a la calidad de la obra en lugar de seguir el determinado por el film.

El nexo de unión de las tres obras es la figura del director Katsuhiro Otomo, los tres segmentos están escritos por él, y son una expansión de su obra gráfica anterior. No obstante, pese a la disparidad existente entre los tres bloques, el que se encuentra más fuera de lugar es Bomba fétida, que se distancia de la visión melancólica que se mantiene en los otros dos y en la gran mayoría de los capítulos del cómic. Reflejando el temor a los avances tecnológicos contemporáneos que ya se mostraba en Akira, este capítulo arremete contra las industrias farmacéuticas, en una crítica a los efectos secundarios y los estragos que pueden causar peligrosas medicinas. La hipocondría que se extiende por el Japón actual, unida a la insoportable polución que obliga a muchos a caminar por la calle con mascarillas para minimizar los daños, se dan cita en este pieza. La parodia y la comicidad toman el primer plano, con un personaje patán y crispante, el histrionismo llega a sus más altas cotas cuando es bombardeado por miles de aviones de guerra que destruyen la ciudad entera sin acertarle siquiera por casualidad. Pese a que por la propia esencia del proyecto el todo no tiene que resultar perfectamente uniforme, ni busca serlo (no hay más que ver el estilo de dibujos de cada uno), este segmento desentona claramente de los otros dos. El director Tensai Okamura, que cuando dirigió Bomba fétida ya había llevado a cabo algunos capítulos de la conocida serie de anime Neon Genesis Evangelion, demuestra poca soltura y algo de torpeza en su segmento, lo que contribuye aún más al desequilibrio con respecto a los otros dos.

Para el fragmento que se reserva Otomo, Carne de cañón, el artista experimenta con un trazo de carboncillo que ensucia y afea aún más el triste futuro, casi steampunk, que recrea. El amargo lienzo muestra una ciudad cuyo único cometido es lanzar cañonazos a unos enemigos inexistentes; en su correspondiente skyline tan solo asoman las gigantescas torretas de guerra, los niños se instruyen desde la más tierna infancia para que aprendan a hacerse cargo de las maquinarias bélicas, y todos sus habitantes trabajan para mantenerlas en funcionamiento. La violencia y la venganza han obnubilado a estos hombres y mujeres, que tras tantos años en guerra no saben contra quién combaten, o si todo es una estrategia del gobierno, que busca simplemente mantener ocupados y asustados a sus habitantes con la finalidad de tenerlos controlados. Aún con la profunda reflexión que se puede extraer de este fragmento, el guión es muy simple, depositando la totalidad del peso en el lucimiento de la animación. Otomo prefiere colocar en primer término la expresividad de sus dibujos y la plasticidad de sus personajes, para que ellos muestren con imágenes lo que realmente quiere transmitir el autor. De los tres segmentos es el más breve y el más anodino, de ahí el reto que afronta su director a la hora de conferirle interés y fuerza a esta pequeña premisa.

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Kôji Morimoto dirige el primero de los tres capítulos que conforman Memories, y el más completo de todos ellos. Se trata del único que adapta directamente una de las historias realizadas con anterioridad por Otomo en formato cómic, y en él comparte la escritura del guión con un colaborador, el gran Satoshi Kon. Kon no había dirigido su ópera prima, Perfect Blue, cuando tuvo la oportunidad de participar como coguionista en Rosa magnética, y ya desde entonces demostró poseer grandes cualidades para el oficio cinematográfico. Si comparamos el cómic original con el capítulo del film podemos ver cómo éste segundo posee mucha mayor fuerza y capacidad de evocación, y esto es debido a la intervención del nuevo guionista y, por supuesto, al gran manejo tras la cámara que demuestra Morimoto, que es capaz de unir en perfecta armonía los elementos estéticos para conformar un todo que fluye a la perfección. En el segmento se muestra la evolución lógica hacia un futuro no muy lejano, en el que las naves espaciales han pasado de ser medios de transporte impolutos para unos pocos elegidos, a convertirse en vehículos sucios y desgastados para cualquier trabajador. Unos basureros espaciales llegan a una gigantesca construcción similar a un palacio imperial o a un gran teatro de ópera, una especie de oasis en medio de la gran desolación que supone el yermo terreno en el que se les ha encomendado realizar su trabajo. Y allí conocerán en profundidad la trágica historia de la cantante Eva, que desgarrada por el dolor de perder a su amor Carlo, se alejó de todos en su mansión espacial y se dedica a atraer en la inmensidad del universo a perdidos navíos con su canto de sirena, en busca de sustitutos de su amante perdido.

Rosa magnética habla sobre la imposibilidad del olvido, del pesado lastre que supone cargar con un pasado que no ha sido posible superar. Eva no puede soportar su pérdida, al igual que el astronauta Heinz tampoco puede perdonarse la muerte de su hija por un error suyo, y es esta debilidad la que aprovecha el fantasma de la cantante para retener a la nave de los basureros. Aún con ecos del Arthur C. Clarke de 2001 Una odisea en el espacio, la mayor influencia que se respira en este segmento es la del escritor polaco de ciencia-ficción Stanislaw Lem. En su inmortal novela Solaris, el astronauta Kelvin llega a un planeta que es capaz de generar de forma corpórea los más profundos deseos de aquellos que se acerquen en exceso a su atmósfera, de esta forma su protagonista ve la reconstrucción de su mujer Harey, que terminó con su vida suicidándose a causa de una terrible depresión. El aislamiento absoluto al que se ven abocados tanto Kelvin como Eva o Heinz es lo que les lleva a rememorar una y otra vez sus peores recuerdos, encontrándose a solas con ellos e impidiendo así que logren la catarsis en una espiral de tristeza imposible de revertir.

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En el cómic, el artista muestra un mundo en el que el agua de los mares ha sido sustituida por brea tóxica, en el que los pobres deben infringir la ley para poder comer y en el que las plantas no son más que objetos decorativos encerrados en esferas que no deben entrar en contacto con el exterior. En sintonía con su predecesor, la principal esencia del conjunto de los tres segmentos del film es la melancolía por un tiempo pasado y el miedo por un futuro incierto al que nuestros dudosos actos presentes nos están conduciendo irrevocablemente. Esta idea ya estaba en el cómic que da origen al film y perdura en la cinta, y aunque Bomba fétida rompe con dicha tónica, los otros dos segmentos si se ajustan a ella. Memories es fruto de la desbocada imaginación de Otomo y de la colaboración de grandes artistas como Satoshi Kon y Kôji Morimoto, que se han unido para completar este tríptico lleno de belleza, emotividad y talento.

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