Querejeta, el gran productor del cine español
Un buen productor debe tener sentido artístico, de no ser así es posible que termine por obstaculizar el trabajo creativo y que el producto resultante no sea del gusto del autor. Pero cuando el tándem entre ambos es el adecuado, el productor puede llegar a enriquecer el trabajo del director. Rebeca (1940) supone un gran hito en la filmografía de Alfred Hitchcock, no solo por tratarse de su primera incursión americana, sino también por la seriedad y madurez adquirida por su director. Esto, en gran parte, es gracias a la labor de Selznick, que le obligó a centrarse en el relato de Daphne du Maurier y apartar a un lado las jugarretas infantiles que Hitchcock pretendía introducir. Elías Querejeta pertenecía a esa élite de artistas productores, y para demostrarlo no hay más que citar una de sus hazañas: el conocido caso de El sur (1983), del gran Víctor Erice. Querejeta montó lo que, en un principio, sería tan solo la primera mitad del filme, aquella que se desarrolla en el norte; cuando el director de Cannes lo vio le presionó para que proyectase el resultado en el festival, y este gustó tanto que se decidió dejarlo inconcluso, perdurando el montaje que realizó el propio productor.
En su haber, Querejeta guarda excelentes películas como La caza (1966), Cría cuervos (1976) (ambas de Carlos Saura), o El sur (1983) y El espíritu de la colmena (1973), de Erice. Un brillante productor que sabía rodearse de los más grandes para crear cine con mayúsculas, del que perdura a lo largo de los años. En su película Los desafíos, Querejeta reúne a tres jóvenes y primerizos directores para que cada uno dirija uno de los capítulos que conforman la película. El primero corre a cargo de Claudio Guerín, cuya breve carrera cinematográfica se interrumpió fatídicamente a la edad de treinta y tres años al caer de un andamio durante el rodaje de La campana del infierno (1973). Pocas son las películas que nos ha dejado, aunque aún son menos las que posee José Luis Egea, el director del segundo capítulo, pues tan solo un cortometraje y un segmento de la ya mencionada película componen su filmografía. Y al fin llegamos al, con diferencia, más destacable de los tres, Víctor Erice. Únicamente tres largometrajes construyen su carrera, además de varios cortometrajes, pero con tan solo esto ya ha pasado a la historia del cine español y universal, y son su inteligencia y capacidad para crear potentes imágenes lo que le catapultan a este podio. Su capítulo en Los desafíos es uno de sus primeros trabajos y ya se nota que un gran director está tras la cámara. No podemos olvidar que, tanto en el guión como en la dirección de los tres capítulos, colabora Rafael Azcona, el mítico guionista conocido por sus colaboraciones con Luis García Berlanga, como pueden ser las de Plácido (1961) o El verdugo (1963).
Los desafíos relata tres historias con un denominador común. En la primera, un sobreprotector padre trata de evitar que su hija se marche con su nuevo novio. En la segunda una joven pareja de americanos llega a la finca de un hombre mayor que se siente atraído por la chica, hecho del cual los jóvenes no tardarán en darse cuenta para aprovecharlo en su favor. En la última, dos parejas llegan a un pueblo abandonado en el que podrán vivir como deseen.
La lucha contra la censura
En 1961, el gran director español Luis Buñuel regresó a su país de origen para grabar la que se convertiría en su mejor obra, y por extensión, en una de las mejores películas de la historia del cine: Viridiana. El director había tenido que desarrollar casi íntegramente su carrera fuera de España, en Francia, México y Estados Unidos, debido a que la censura no le permitía trabajar en terreno patrio, y fue gracias al éxito que tuvieron algunos de sus filmes por lo que se le invitó a regresar y grabar esta cinta. Su obra maestra es un excelente ejemplo de como un cineasta inteligente y ágil es capaz de burlar a la censura, aguzando el ingenio y buscando las vueltas hasta lograr su objetivo. La anécdota sobre la escena final es muy conocida y esclarecedora: en un principio, la película terminaría con Viridiana entrando en el cuarto de Jorge, pero las connotaciones sexuales eran demasiado claras para el régimen franquista, por lo que Buñuel tuvo que realizar cambios y se terminó por aceptar un final de contenido mucho más sexualizado que el anterior, en el que Viridiana, Jorge y Ramona juegan juntos a las cartas, «mi prima Viridiana terminará por jugar al tute conmigo».
El denominador común entre las tres historias de Los desafíos es la represión sexual existente en España por culpa del franquismo frente a la liberación que se está produciendo en América. Cuando se realizó el film, en 1969, aún perduraba la censura de Franco y, al igual que en Viridiana, podemos observar como se lucha por esquivarla a la vez que se hace una brutal crítica a la misma. Los tres segmentos son más o menos esperpénticos, y los personajes americanos que aparecen en ellos están tan deformados como los españoles, o incluso más, por lo que no resultaría extraño que los censores no hubiesen comprendido que se trataba de una crítica contra el conservadurismo español. Por otra parte, el contenido sexual está presente de forma constante en toda la película y, aunque no se llegue a ver ningún desnudo, puede llegar a resultar muy explícito. Resulta casi impensable que una película como esta se realizase en el contexto de la España de finales de los años 60.
Locura y exageración. Guerín y Egea
Podemos encontrar más semejanzas entre los dos primeros capítulos que entre estos y el de Erice. Tanto Guerín como Egea utilizan fórmulas muy similares, la exageración y la parodia, los cambios bruscos de lo que parece ser un drama a la comedia más absurda, y esto no se aprecia tan solo a nivel del guión, sino que el pulso de la dirección también se adapta a ello. Erice sin embargo toma planos más largos, más cuidados en cuanto a composición, más hermosos, y se centra principalmente en sugerir más que en explicitar, hace más y mejor uso de las metáforas. Su capítulo es el más complejo de los tres, el más denso e inteligente, el espectador debe centrar su atención e indagar para conseguir una lectura completa de las ideas que el director trata de plasmar. Sin embargo, y aunque el nivel de Erice está realmente alto, las obras de los otros dos no son nada desdeñables.
En el primer segmento, Claudio Guerín juega al engaño constante. Para empezar se nos presenta la llegada de un coche de policía a una elegante casa en la que el protagonista, interpretado por el gran Francisco Rabal, parece esquivo con los guardias y visita a una chica joven desnuda en su habitación a la cual despierta. Hasta este momento lo que el espectador puede llegar a pensar es que son una pareja de fugitivos huyendo de la justicia, pero no es así. Carlos es el padre de la chica, y el policía que llega, comportándose como un auténtico payaso, es su novio. «Le confundí con el jardinero» se burla de Carlos el policía americano, y el público lo confundió con el amante de la chica.
La tranquila y relajada vida que lleva esta elegante familia se ve alterada por la llegada del americano. Lo que en un principio parece una trama policíaca se torna rápidamente en drama familiar, pero tratado como si de una comedia alocada se tratase: los personajes son histriónicos y exagerados, como la mujer de Carlos, que resulta absolutamente estúpida, la música ayuda en gran medida a lograr este efecto, su presencia es casi continua, de una forma estridente y a veces pesada. El amor libre está presente en la totalidad de la película, en esta ocasión con un intento de intercambio de parejas. Carlos siente una inmensa devoción por su hija, hasta el extremo de estar completamente enamorado de ella, su sobreprotección no es la de un cuidadoso padre, sino la de un envidioso novio que no soporta verla con otro. El anquilosado Carlos solo tiene ojos para su hija, y descuida a su mujer Fernanda, mientras Bill trata de seducirla, llegando incluso a lograrlo. El americano es un corruptor, rompe con las cuadriculadas normas establecidas y engatusa a ambas mujeres, mientras que el español de ideas retrógradas representado por Carlos se queda relegado a un segundo plano.
Tras el intento de seducción de Fernanda por parte de Bill el segmento se vuelve más serio. La música se interrumpe bruscamente, y la joven pareja se reúne en el techo de paja de la casa, para planear una huída juntos, encendiendo cerillas aún a riesgo de prender fuego a todo, subrayando el peligro que puede conllevar esta escapada. Aquí los planos se hacen más cortos y el montaje incluso algo más acelerado, la comicidad se va apagando, aunque siempre se mantendrá como telón de fondo lo absurdo y lo ridículo. Carlos se ha convertido en un mirón, simbolizado por la figura del búho, con sus enormes ojos analizando la película, observa con deseo a su inalcanzable hija. El desenlace se desarrolla en un ridículo escenario lleno de butacones de color rosa pero no llega a caer en lo cómico. Carlos lucha contra Bill para llevarle la contraria a su hija, que le dice que está demasiado mayor para hacerlo, y la pelea termina con la muerte del americano y su posterior entierro. El extranjero trae mayor libertad desde América pero es rechazado por la España franquista, el intento de cambio es repelido frontalmente y todo vuelve a la normalidad, un final turbio y oscuro, muy alejado de la comedia que se nos mostraba en un inicio.
En principio, el capítulo de Guerín está bien llevado el extraño mundo que se nos retrata, pero llegados a un punto resulta algo pesado y repetitivo, aunque por suerte Francisco Rabal mantiene la atención del espectador en todo momento gracias a otra de las excelentes interpretaciones a que nos tiene acostumbrados. El segmento de José Luis Egea es claramente el menor de los tres. Nuevamente el casi intercambio de parejas se repite, un hombre de cierta edad se acuesta con una chica americana pagando cuatro mil pesetas, y al enterarse su esposa, esta decide darle celos diciéndole que se ha acostado con el novio de la chica. De nuevo la llegada de los americanos rompe con la rutinaria y aburrida vida española, y la situación explota en sexo libre entre diferentes parejas. Pero una vez más es el joven americano el que resulta verdaderamente atractivo a las mujeres, la joven Bony le quiere a él, y logra convencer a Lola para que mienta a su marido y le dé celos. Al igual que en el capítulo anterior, la reacción del español es exagerada y violenta; como si de un western se tratase, Benito se arma y monta a caballo en una rápida encadenación de planos llenos de zoom. El segmento terminará con la muerte de los dos jóvenes y la quema de su furgoneta hippie, extinguiendo todo resto de libertad sexual.
La sutileza e inteligencia de Erice
Aunque, como ya hemos dicho, Los desafíos es uno de los primeros trabajos que Víctor Erice realizó, y entonces ya se notaba que era un alumno aventajado. Su segmento es el más serio de los tres, es profundo, complejo, está lleno de metáforas y de detalles, y presenta imágenes mucho más impactantes que las de los dos anteriores además de un mensaje más claro y contundente. Dos parejas llegan a un pueblo desierto, al que comparan con la Luna, un símil con el primer alunizaje de los Estados Unidos, que coincide con el año de realización de esta película, desarrollándose esto como un símbolo capitalista, la necesidad de llegar a todas partes e imponer sus propias leyes, el ansia de ser siempre los primeros y de expandir sus ideales. En un principio, una pareja está formada por el americano Charlie y por María, mientras que la otra la componen la sudamericana Floritica y Julián, pero esto no se mantendrá así por mucho tiempo. Charlie espía con un telescopio a sus amigos, la figura del voyeur reaparece, y al ver que la pareja está comenzando una relación debe interponerse; un comportamiento típicamente americano basado en la necesidad de controlarlo todo a su voluntad. Será entonces cuando la locura y el primitivismo hagan acto de presencia con la primera aparición del mono haciendo sonar repetidamente la campana.
Erice es completamente tajante en su crítica contra la España franquista, pero también guarda ciertos reparos hacia el capitalismo americano, su visión es más aguda y punzante que la de los dos anteriores directores. Por supuesto se mantiene la idea de la sexualidad, nos adentramos en la mente de Floritica mediante unos test de Rorschach y en todas las imágenes ve animales haciendo el amor. Al igual que los americanos de los episodios anteriores, Charlie tiene la necesidad de seducir a las dos mujeres, tanto a su novia María como a la de Julián. Para ello demostrará su poderío golpeando una puerta hasta conseguir adentrarse en una de las casas que se encontraban selladas, y gracias a esta demostración de fuerza conseguirá tumbarse en la cama con las dos mujeres. La idea del menage a trois no había aparecido en los segmentos anteriores, pero ahora actúa como símbolo de la dominación absoluta del americano. Charlie debe hacer valer su opinión por encima de la de Julián, y lo hará mediante el absurdo reto de pisar un puro encendido.
Julián representa la España más conservadora, pero mientras que en los anteriores el macho español se resistía al cambio completamente, en esta ocasión acepta la llegada de los nuevos tiempos. Su primera reacción es la de hacer una gran pintada en la que ponga «Charlie go home», muy similar al rechazo tan habitual de los países que se han visto invadidos por los Estados Unidos (en «yankies go home» las vocales coinciden). Pero Julián no tarda en habituarse al nuevo modo de vida más liberal que Charlie le propone, de hecho persiguen juntos a una cerda y a sus lechones, es decir, ala España más cerrada y todos sus seguidores. Julián empieza a disfrutar de su mayor libertad y, ya que estando en el pueblo abandonado pueden hacer todo lo que deseen, suben a un balcón y promulgan las nuevas leyes que se implantarán allí, en una escena que recuerda mucho a Bienvenido Mister Marshall (1953) de Berlanga. El mono lleva una camiseta en la que exige que Charlie sea presidente y, efectivamente, este llega a imponer su utopía en el pueblo. El mono es el espíritu americano, adornado con una camiseta, leyendo El origen de las especies de Darwin, llamando a la locura, pero en el fondo no es más que un mono, aún un ser primitivo. El americano proclama mucho amor libre, pero cuando hay que pasar a los hechos cuenta a María que está lisiado de guerra y que no puede mantener relaciones. Hasta ese momento, todo lo que Charlie ha intentado se ha cumplido, ha conseguido imponer su ideología, y esta funciona por sí sola, Julián tiene sexo libre tanto con María como con Floritica, pero el americano no forma parte de ello, no lo tiene perfectamente controlado, el imperialismo americano no se conformará tan solo con extender sus ideales, sino que deberá controlar aquel territorio adonde los lleve consigo. En ese momento se deja en libertad al mono, todo lo que Charlie trajo al pueblo abandonado desaparecerá, y el americano hará estallar la casa en cuyo interior están Julián, con las dos mujeres, y él mismo. Por último, la mirada del mono se enfrentará a la de varios españoles con ropa de trabajar en el campo, la América liberal contra la España más profunda, y Erice se planteará cual es más primitiva de ambas, pues si bien el franquismo es terrible, la libertad que Estados Unidos predica no es tal, sino que se verá sometida al yugo capitalista americano.
Un artículo muy interesante y apasionante sin duda la figura de Elías Querejeta como uno de los pocos productores creativos de nuestra filmografía. Pero creo que el caso de «El sur» no es muy acertado ya que al parecer Erice considera que es un trabajo inacabado debido a la presión de producción, y una experiencia tan frustrante que le hizo perder ilusión y luchar por la autoproducción de sus siguientes proyectos. Esa voz en off tan innecesaria de la protagonista de «El sur» es sin duda la peor metida de pata del gran Querejeta.
En frente de un proyecto creativo es complicado que se junten dos personalidades tan fuertes y talentosas como también fue el caso de Hitchcock, que odiaba «Rebecca» pasionalmente aun siendo una de sus obras más redondas… por eso de la mano demasiado alargada de O. Selznik.
Buenas tardes Elías
Creo que tienes razón, es muy posible que este no sea el mejor ejemplo o que me haya expresado mal. Aún así creo que la participación de Querejeta en El sur es bastante notable y positiva. Leyendo el relato de Adelaida García Morales tengo la sensación de que todo aquello que realmente transcurre en el sur es muchísimo menos interesante y evocador que la primera parte, y es probable que hubiese pasado exactamente lo mismo en su adaptación cinematográfica.
En cuanto a Hitchcock, por muy poco afecto que le tenga a Rebeca, es innegable que es un punto de inflexión en su carrera. No hay más que comparar su etapa británica con la americana, y como desde 1940 todas sus películas son, por regla general, superiores a las anteriores, mucho más maduras e inteligentes. Creo que esto se debe en gran parte al tirón de orejas que le dio David O. Selznick para que dejase de gamberrear y empezase a utilizar en toda su plenitud su capacidad para la dirección.
Un saludo y muchas gracias por tu comentario