En la anterior entrega ya nos referimos a que William Gibson y Ridley Scott, creadores de dos obras fundacionales de lo que en los años 80 se llegó a popularizar con el nombre de cyberpunk (Neuromante y Blade Runner, respectivamente), tenían en común su fascinación por el vertiginoso desarrollo teconólogico que estaban experimentando Japón y otros países de extremo oriente. Pero para estos dos autores, y también para muchos otros creadores de ciencia ficcion de las útimas décadas del siglo XX, el futuro no sólo estaba repleto de palillos chinos y kanjis japoneses, sino que parecía salido de la mente de un individuo en concreto, de un artista particular. La imagen del futuro tenía nombre propio. Y éste era Moebius.
Si se le menciona la palabra Moebius a una persona al azar seguramente no sepa muy bien de qué le estamos hablando. Si tenemos algo más suerte lo relacionará con la cinta o banda del mismo nombre, una superficie con una cara y un solo borde que, a parte de su peculiar efecto estético, tiene la propiedad matemática de ser no orientable (para no los no entendidos, como un servidor, el concepto se entiende bastante mejor si se observa la imagen inferior).

Cinta o banda de Moebius, llamada así por su descubridor, Auguste Ferdinand Moebius, astrónomo y matemático alemán.
Pero para algunos la mención de Moebius evoca la figura de un francés con gafas aficionado a fumar marihuana. Y es que éste fue el pseudónimo más utilizado (hubo otros, como Gir) por uno de los dibujantes de cómics más relevantes del siglo XX, Jean Giraud, que nos dejó hace apenas dos años después de una larga batalla contra el cáncer. Tras él queda un gran legado que abarca desde el viaje esóterico de El Incal que imaginara junto a un iluminado Alejandro Jodorowsky, el western a la francesa protagonizado por el ya mítico teniente Blueberry o el universo de universos que fue El garaje hermético, una de sus obras más experimentales. Su trabajo, junto con el de otros autores de su generación, contribuyó en gran medida a la popularización de los cómics en el público adulto, el alejamiento de temáticas superheroicas dentro del género y la elevación de la historieta a la categoría de arte (sobre todo en su país natal, Francia). Pero quizás la gran aportación de Moebius fuera renovar la estética de la ciencia ficción, dotándola de una nueva imagen y sensibilidad que rebasaría por mucho el medio del dibujante francés, el cómic, para llegar a otros públicos más amplios a través de la literatura o el cine.
Es curioso cómo del amplio trabajo de este artista, que abarca unas cinco décadas, se suela acentuar el papel innovador y trascendente que tuvo una historieta bastante breve. Y es que The Long Tomorrow, con sus escasas 16 páginas (que podéis leer íntegramente en inglés a través de este enlace) es a menudo citado como uno de los cómics más determinantes para el desarrollo de la ciencia ficción, e incluso como la historieta con más influencia en la historia del cine. Si bien estos epítetos suenan de entrada algo pretenciosos, hay pocas dudas de que este trabajo fue un claro referente tanto visual como narrativo para muchos inquietos renovadores de la ciencia ficción de finales de los 70 y principios de los 80. Y claro, por su sugerente mezcla de cine negro y distopía futurista, estas viñetas han sido alabadas también como el primer ejemplo de narración cyberpunk, quizás con bastante razón, ya que la deuda de los escritores y algún que otro cineasta que fueron conocidos bajo esa etiqueta debían tanto a este cómic (y también a otros dentro de la experimentación en la línea de la revista Métal Hurlant, donde Moebius publicaba sus trabajos a la par que era editor junto a los demás miembros de los Humanoides Asociados) como a Phillip K. Dick o J. G. Ballard.
La idea fue de Dan O’Bannon, que imaginó esta historia corta cuando se encontraba trabajando junto a Alejandro Jodorowsky y Moebius en la adaptación cinematográfica de la novela Dune de Frank Herbert. Esta esperada versión incluiría a Orson Welles como el barón Harkonnen, Salvador Dalí como el emperador Shaddam IV o a Pink Floyd en la banda sonora, pero desafortunadamente tuvo que abandonarse por problemas presupuestarios (hasta que David Lynch retomara la hazaña ya a principios de los años 80). Parece que O’ Bannon, que sería el encargado de los efectos especiales, tenía poco que hacer hasta la etapa del rodaje o la post producción, así que se entretenía dibujando y creando historias cortas. De ahí surgió la base de The Long Tomorrow, un típico relato de detectives pero ambientado en un futuro cercano, y no exacto de una buena dosis de ironía (el resultado se podría leer sin problemas, como lo haría el propio Giraud, como una parodia de la estética noir y la ciencia ficción en un pastiche “más original que los originales”). Moebius vio lo que estaba haciendo y se ofreció a realizar más a fondo la parte gráfica, y así nació esta pequeña historia publicada en dos partes en la mítica revista Métal Hurlant en 1976 y luego en la versión americana de la revista, Heavy Metal, en 1977.

Moebius sobre The Long Tomorrow y sus claves paródicas: “El traje de Pete Club, por ejemplo, era casi ridículo, lejos de la tradicional gabardina de Bogart.”
Blade Runner (1982) es uno de los ejemplos más conocidos que bebieron de esta historieta y la peculiar estética espacial creada por Moebius. La película de culto, basada (parcialmente) en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick, tenía muchos elementos en común con los cómics publicados en Métal Hurlant, sobre todo con los trabajos del propio Moebius, y especialmente con The Long Tomorrow.
Por supuesto la historia es bien diferente, pero aun así podemos encontrar afinidades latentes entre ambos trabajos, como el carácter solitario y cínico de sus protagonistas o la temática alrededor de la ambigüedad de las apariencias y el cuestionamiento de lo humano. Pero donde se palpa claramente la impronta del cómic es en el modo de visualizar el entorno urbano y la vida cotidiana de este futuro próximo, con coches voladores paseándose por una gran ciudad surcada por puentes que unen rascacielos o unos barrios bajos de estética ciertamente punk. Son elementos, como la verticalidad vertiginosa de la ciudad, que se pueden rastrear desde obras paradigmáticas como Metropolis de Fritz Lang, pero que encontramos sin embargo retomados desde una renovada perspectiva de cercanía, de suciedad, y sobre todo, de cotidianidad de la tecnología que otorgaron un aire de frescura inédita en el género. Estas imágenes de futuros cercanos poco tenían que ver con la visión de una tecnología pulcra y neutral que se suponía haría cada vez más fácil la vida de la humanidad, como muchas obras de ciencia ficción se habían encargado de popularizar. Claro que el género había explorado el lado más amenazador y siniestro de la revolución tecnológica, no hay más que recordar al díscolo HAL 9000 de 2001: Una Odisea del espacio de Kubrick, por poner sólo un ejemplo, pero aún en estos casos el aspecto higiénico, limpio y hasta sublime del entorno tecnológico era la tónica predominante. La nave espacial o el icónico monolito negro de 2001 eran puro minimalismo.
Con Blade Runner, entre otros ejemplos, vemos un claro cambio de intenciones en el género. Y Ridley Scott, al imaginar ese Los Ángeles de 2019, un mundo donde se mezclaban los últimos avances técnicos y científicos con la realidad de la suciedad cotidiana, era perfectamente consciente de la deuda que tenía con el cómic francés de ciencia ficción y sobre todo con The Long Tomorrow y su dibujante. Durante la preparación de la película, sin dudarlo un segundo, entregó la historieta a David Snyder, director artístico, como fuente de inspiración para los diseños de la ciudad, cuando éste estaba algo perdido al concebir un Los Ángeles de aspecto futurista y que a la vez resultara convincente. Scott ya había intentado contratar al dibujante para el diseño de la película, oferta que Moebius tuvo que rechazar ya que se encontraba trabajando con René Laloux en la película Les Maîtres du temps. Más tarde el artista francés se lamentaría de no haber colaborado en el mítico largometraje protagonizado por Harrison Ford.
Tal era la fijación del director con el trabajo de Moebius que, ya antes de Blade Runner, había intentado colaborar con él, contratándolo (esta vez sí) para algunos diseños de Alien: el octavo pasajero (1979). Su labor se puede apreciar sobre todo en los trajes de los tripulantes, aunque en esta ocasión sería el diseño del mismo personaje del alien, realizado por H. R. Giger, el que se quedaría clavado en el imaginario cinematográfico del público. Scott confesaba que cuando le pasaron el guión de Alien no sabía muy bien cómo abordarlo hasta que le vinieron a la mente las imágenes del dibujante francés. Entonces se dijo a sí mismo: “¡Sé cómo hacerlo!”.
Pero la estela de Moebius no llegó sólo a la mente de Scott y al mundo del cine, otros como William Gibson, autor de la trilogía del Sprawl (cuya primera entrega fue Neuromante) y considerado uno de los escritores más relevantes de la corriente cyberpunk en literatura, eran conscientes de la fuerte huella que Giraud y otros dibujantes de cómics franceses de los años 70 como Druillet dejaron en su trabajo, como recalca a menudo en sus entrevistas:
Así que es totalmente justo decir, y lo he dicho antes, que la manera en que se ‘ve’ la novela Neuromante estuvo influida en gran parte por algunas de las obras gráficas que vi en Heavy Metal (Métal Hurlant). Supongo que esto también debe ser cierto para Escape from New York de John Carpenter, y Blade Runner, de Ridley Scott, y los demás artefactos del estilo llamado a veces cyberpunk”.
«Años después, estaba comiendo con Ridley, y cuando la conversación giró hacia las fuentes de inspiración, ambos teníamos muy clara nuestra deuda con la escuela de Métal Hurlant de los setenta… Moebius y los otros”.
Quizás la temática del cyberpunk no fuera tan novedosa o rompedora dentro de la ciencia ficción como pretendían sus creadores (su visión distópica de la tecnología bebe tanto de Un mundo feliz de Aldous Huxley, los mundos de pesadilla Phillip K. Dick como del enfoque paranoico de William Burroughs, y para muchos su pretendida innovación no es más que un fiasco, aunque eso ya es otra historia), pero sin duda estableció unos referentes visuales claves, un imaginario fresco que llegó para asentarse. Y si hay algo innovador dentro del cyberpunk esto fue una visualización renovada y contemporánea de la tecnología, sin aspavientos ni retóricas grandilocuentes; un mundo que mezclaba el ciberespacio con las bajezas y la suciedad de la vida urbana. Y en este punto Moebius tuvo sin duda mucho que aportar.
Escritores, cineastas, dibujantes de cómics…. a veces parece que cualquiera que pensara en hacer ciencia ficción durante el final de los años 70 y los años 80 no se libraba de su influencia, que va mucho más allá del ambiguo, y muchas veces reduccionista, subgénero de cyberpunk (donde fue totalmente decisivo, como hemos visto), para aplicarse a la ciencia ficción y la fantasía de modo más general. Un ejemplo es la primera trilogía de La Guerra de las Galaxias, donde podemos encontrar ciertos sabores a Moebius en muchos de los decorados y personajes. No hay más que ver el diseño del planeta Coruscant, con esas formas redondeadas tan propias del francés, o el probe droid de El Imperio Contraataca, que se basó en un dibujo original de Giraud. George Lucas, reconociendo su deuda, invitó a Moebius y a otros dibujantes franceses al estreno de La Guerra de las Galaxias (1977) en París. Y éste, apasionado del séptimo arte, quedó impresionado al verla.
Pero lo curiso de Jean Giraud es que no sólo influyó indirectamente, y de manera decisiva, en el desarrollo visual de la ciencia ficción y la fantasía de los 80, sino que participó activamente en su popularización en la industria cinematográfica, que era sin duda el medio más masivo para el género. Comenzó como ya vimos con sus trabajos en Dune y Alien, pero llegó a colaborar en películas tan relevantes como Tron (donde su impronta se entreve sobre todo en el diseño de los trajes), Willow, Abyss de James Cameron o posteriormente El quinto elemento (1997) junto a Jean-Claude Mézières, amigo y compañero de profesión. Y es que Luc Besson, director de la película, leía a los de Métal Hurlant con pasión desde su infancia, y no dudó en contratar a sus ídolos para los diseños de la superproducción (aunque después el mismo Moebius, junto a Alejandro Jodorowsky, llevara al director a los tribunales pues el largometraje parecía un claro plagio del argumento de El Incal, aunque la justicia francesa no les diera finalmente la razón).
Quizás parezca injusto recalcar tanto el papel de un solo autor, Moebius, que fue sólo un elemento dentro de un movimiento de creadores de comic bastante prolífico como lo fue el de la Francia de los años 70 y que incluye otros nombres de vital importancia en el mundo de la historieta. Y en verdad los elaborados trabajos de Druillet, Paul Gillon, el citado Mézières o incluso Juan Giménez (algo más tarde), fueron también relevantes para el rumbo que tomó la ciencia ficción y la fantasía en las décadas posteriores. Sin embargo, creo sinceramente que Moebius es un caso particular que fue determinante en este proceso, y fijó de manera definitiva la dirección que iba a tomar la generación posterior. ¿Por qué? Quizás porque sus imágenes de extraños universos se nos presentan con una insólita verosimilitud, una cierta sensación de veracidad que rompe con la tradición icónica espacial anterior (por mucho que sus ilustraciones sean, muchas veces, alucinadamente psicodélicas). Giraud consigue crear una relación verdaderamente fluida entre los personajes y su entorno, que parecen tratados como un conjunto y no como realidades separadas y estancas. Y, sobre todo, cuando nos muestra un bar subterráneo o un prostíbulo intergaláctico logra crear sensaciones de inmersión en la cotidianidad, en la realidad más básica, y así el futuro nos parece totalmente contemporáneo, a la vuelta de la esquina, o que ya estamos viviendo en él.
Quizás las palabras expresadas por Frank Miller, el laureado autor de 300 o Batman: El Regreso del Caballero Oscuro y gran admirador del dibujante francés, puedan resumir el papel que éste tuvo como gran renovador visual de la ciencia ficción: “Hasta Moebius, la mayor parte de la tecnología parecía tan fría y limpia, y estéril, que no me podía creer que la gente pudiera andar por una habitación así con una taza de café”. Con Moebius conseguimos tomarnos ese café, y hasta fumarnos un cigarrillo.
Gracias!