¿Cómo han apellidado a su pobreza?

No hay necesidad alguna de ponerle apellidos. Quien no puede permitirse calentar su hogar y tiene que recurrir a un cirio para iluminar pasillos y habitaciones es pobre. No solo en términos energéticos. En general. Por mucho que se trate de etiquetar la miseria a fin de hacer ver que el pozo es mucho más hondo. Que no está Usted tan mal. Aún tiene margen porque todavía no puede tocar el fondo con los dedos de los pies y desde donde cuelga agarrado al precipicio puede escuchar el eco de los gritos que suben desde el abismo. De los pobres. Los pobres pobres. De esos que están mucho peor que Usted. Lo que significa que Usted no está tan mal. Todavía puede poner una olla bajo el grifo y llenarla de agua, aunque no tenga con qué convertirla en una sopa y tenga que tomársela fría.

Según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), siete millones de españoles tuvieron que destinar cantidades desproporcionadas –más del 10% de sus ingresos– a pagar la luz y el gas en 2012. Dos años antes eran cinco millones. Todos esos, no obstante, salen bien parados si los compara con quienes ya han recibido la notificación de corte del servicio. Aquellos que ya no tienen un céntimo para la electricidad y gas. Que ya no pueden dedicarle el 10% de sus ingresos, ni el 1%, ni el 0,5%. Porque han llegado a la terrible conclusión de que comer es lo más importante. Más que calentarse durante el invierno. Con los peligros que eso conlleva. Sobran casos con fatal resultado y la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que si se erradicase este problema se podrían salvar miles de vidas cada año.

Sin embargo, nada indica que la solución esté cerca y todo apunta a que no se tomarán medidas específicas. Cuando se vuelva a generar empleo, los que aún conserven la casa pueden destinar una parte de su salario a pintar sobre las humedades.

Tampoco hay nada que haga pensar que las cifras de este 2014, cuando salgan a la luz, vayan a dar una alegría a nadie.  Menos aún si tenemos en cuenta el ritmo al que sube el precio de la energía –el de la electricidad creció un 60% desde 2007– y caen los ingresos de los hogares. Porque se los come el desempleo o porque en este país los únicos sueldos que suben son los de los altos cargos.

La publicación de nuevas estadísticas provocará, en tal caso, que echemos la vista atrás, pensando que a finales de la década que se fue tampoco estábamos tan mal. Millones de personas aún tenían un techo sobre la cabeza, aunque estuviese cubierto de moho y pasase después a servir de aperitivo para lo voraz avaricia de bancos y fondos buitre.

Muy cerca de los datos de la ACA están los del Observatorio por la Sostenibilidad en España, que destacan que a unos cuatro millones de españoles no les llega para afrontar este tipo de facturas. Pero estos números no podrán compararse cuando pase un par de años. Los recortes ya se han llevado por delante el organismo, obligado a cerrar sus puertas por falta de financiación.

Estropéese el día

Pegarle un vistazo a la factura de la luz es un ejercicio estupendo para estropear el día. Precios desorbitados por el consumo y añadidos que inflan aún más el sablazo. Línea directa para aumentar los beneficios de las poderosas empresas eléctricas. Cuyos Consejos de Administración, por cierto, están plagados de políticos en retirada. Que no retirados. Pues es precisamente su paso por las instituciones de representación de los ciudadanos lo que los ha colocado. Curiosa forma de devolver la confianza del voto.

También deben recordar los ciudadanos que quienes repiten términos como pobreza energética, para evitar llamarles pobres a la cara y que se levanten para exigir responsabilidades y soluciones, no están por la labor de echarles un cable. Los que están en retirada, porque deben justificar sus honorarios. Los que están en estos momentos en el parlamento, al menos la mayoría, porque ya les han dado la espalda. Así, el Congreso de los Diputados rechazó el pasado diciembre aprobar que no se cortase la luz, el agua o el gas a quienes no pudieran pagarlo durante el invierno. Los 172 votos en contra de los parlamentarios del PP superaron los 153 a favor que sumaron el resto de partidos.

Ahora que llega la primavera, apenas se escuchará siquiera el término pobreza energética. Pero recuerden cuando llegue de nuevo el invierno que no llamar a las cosas por su nombre no va a calentarles la cama. Si tiene que escoger entre comer o encender la calefacción puede empezar ya a luchar y a pedirle ya a la clase política que se ponga de su lado. No hace falta, siquiera, que sus señorías teman hacerse enemigo alguno. Las migajas de las eléctricas serían más que suficiente para que nadie le tuviese pánico al frío.

Foto de portada:  Blind Beggar, 1890, de «How the Other Half Lives – The tenements of New York», por Jacob August Riis

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