En el país de los cerdos, el carnicero es el rey: The King of Pigs (Sang-ho Yeon)

Corea del Sur ha sido en muchos aspectos el gigante dormido del panorama cinematográfico asiático. Un país con un fuerte potencial económico y cultural, con una historia contemporánea similar a la de los grandes exponentes del cine asiático como Japón. Pero el gigante ha despertado en los últimos años y se ha abierto paso a golpe de taquillazo dentro del panorama nacional e internacional. Si SHIRI (Je-kyu Kang, 1999) fue el pistoletazo que lo despertó, como ya vimos en el artículo que le dedicamos hace poco, The King of Pigs podría tomarse como su equivalente en la animación surcoreana.

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La siguiente afirmación puede chocar a más de uno: Corea del Sur es el cuarto país (algunos lo sitúan como el tercero) que más animación produce en todo el mundo. Por delante de ella solo están los grandes gigantes de Japón y EEUU. A pesar de esa posición tan arrolladora, nos es imposible pensar en ninguna serie de animación o película de animación de dicho país. Si alguno de vosotros ha pensado en alguna, enhorabuena, ha encontrado la aguja en el pajar. Corea del Sur ha sido denominada por muchos como el gigante sin cabeza de la animación. ¿Cómo puede ser un país la cuarta/tercera potencia en algo y ser desconocido? La frase que resume todo esto, así como otras muchas cosas por desgracia hoy en día, es “overseas export market work” o OEM, como abreviaremos. Básicamente, desde los años 80, Corea se ha convertido en el taller de dibujo y animación de medio mundo. Pongamos un par de ejemplos tontos: desde 1989, gran parte de la animación de Los Simpsons se hace en Corea del Sur, y no solo la suya, la de su mortal y moral enemiga, Padre de familia, también. Lo mismo sucede con otras series de éxito como Justice League Unlimited, de cuya animación también se hace gran parte en tierras coreanas. Es paradójico que uno de los primeros gritos denunciando este hecho sea uno de los openings de Los Simpsons; pero la mente detrás de dicha obertura es la de Bansky, un artista que a menudo usa el propio objeto de crítica como medio de la crítica.

Pero no desesperemos, pues el gigante decapitado parece haber encontrado su cabeza dentro de la propia industria coreana. El fuerte boom económico e industrial que vive el cine del país ha creado su propio Jinete sin cabeza: la animación, que, como un espíritu resucitado, ha tomado la energía, el dinero y la confianza de la industria para reanimar y despertar cada célula de su cuerpo.

Animación propia ha existido desde los años 50 en Corea del Sur. Podemos considerar 1956 como el año de las primeras producciones de animación del país, que, como en gran parte del planeta, se usaron para la publicidad. Pronto aparecieron los primeros dibujos animados e, incluso, los primeros largometrajes, como Hong Kil-dong en 1967 (realizada reutilizando celuloide de las tropas norteamericanas por su escasez en el país). Sin embargo, estos primeros pinitos en la animación pronto suscitaron la política anteriormente mencionada, y Corea empezó a ser la mano de obra para clientes de otros países. Esta subcontratación tuvo varios efectos: por un lado la industria se centró mucho en los trabajos que recibían, por lo que la creación propia se vio resentida; por otro lado, Corea creó una fuerte industria de la animación afincada en Seul. Con un sistema de trabajo similar al de la construcción de aviones, la industria se particionó en grupos de trabajo con sus propios supervisores, que iban haciendo pasar la animación de empresa en empresa hasta finalizar el proceso.

AKOM, un estudio afincado en Seul con Nelson Shin a la cabeza, fue el mayor exponente productivo durante los 90 y principios del siglo XX, creando series como las anteriormente mencionadas. Un dato curioso, saliendo un poco del país que nos atañe, es que la subcontratación de Corea del Sur se ha extendido exponencialmente a Corea del Norte. Miles de trabajadores norcoreanos se dedican a la animación y crean cintas tan interesantes como Empress Chung (2004), dirigida por Shin pero producida en el país vecino (fue la primera película en estrenarse en ambos países a la vez). Corea del Norte mantiene colaboraciones con países como Francia (situación retratada en la novela gráfica Pyongyang) e, incluso, ofrece este mismo trato a países con los que oficialmente no mantiene relaciones diplomáticas. Al fin y al cabo, poderoso caballero es don Dinero.

Desde principios del siglo XX la animación de Corea del Sur, al igual que su cine más comercial, está experimentando un boom sin precedentes tal y como apuntábamos al comienzo del artículo. Si SHIRI fue la primera piedra de esta industria, My beautiful girl, Mari (Lee Seong-kang, 2002) se convierte en la primera gran obra desde los 60. Se trata de una película con una animación impecable y un estilo que podría recordarnos a la francesa Kirikú y la bruja (Michel Ocelot, 1998) que, ganadora del premio Mejor Largometraje en el Festival de Annecy (para muchos el Cannes de la animación), en Francia, fue la primera obra surcoreana de esta nueva ola en ver la luz.

La anteriormente mencionada Empress Chung, presentada en el festival de Annecy de animación, supone otro importante paso hacia delante. No solo por la colaboración entre las dos coreas, sino porque el cine de animación surcoreano empezaba a ser visible más allá de sus fronteras nacionales. En el año 2007 será de nuevo Lee Seong-kang el encargado de avanzar con su película Yobi, the Five Tailed Fox. Extrañamente, ese mismo año el director dirigió una cinta de “acción real”, tras lo cual no ha vuelto a trabajar en ningún largometraje.

El año 2011 se convierte definitivamente en el año de la animación en Corea del Sur y un punto de no retorno para su industria. Por un lado, la película Leafie, A Hen into the Wild (Oh Sung-yoon) se convierte en la película de animación coreana más taquillera desde 1967, así como en la primera película de animación coreana en estrenarse en China. Por otro lado la cinta Green Days: Dinosaur and I (Ahn Jae-hoon y Han Hye-jin-I) fue seleccionada para Annecy, logrando cierta repercusión en diversos festivales.

Sin embargo, la animación en Corea del Sur y sus éxitos parecen estar íntimamente ligados a la infancia y al cine más blanco. Esta impresión desaparece de un plumazo con la figura de Sang-ho Yeon y su The King of Pigs. La película arrasó en el Pusan International Film Festival, ganando tres premios entre los que figura el de Mejor Director.

Este largometraje traza con maestría una línea que no se había cruzado con anterioridad en la animación de su país, y que, de hecho, casi no se ha sobrepasado en el resto del mundo. El autor nos presenta un relato muy maduro que podríamos tildar como un drama social de extremada violencia. No hablamos de una película con una doble lectura para adultos y para niños, hablamos de una película para un público exclusivamente adulto, y aún diría más: un público adulto, abierto de miras y con buen estómago.

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No es que la película sea una cinta de animación gore ni torture-porn para las que se necesitan un estómago digno del mismísimo Herschell Gordon Lewis. Más bien uno necesita el estómago del que está acostumbrado a comer todos los días viendo un telediario, viéndolo de verdad y sin apartar sus ojos de las imágenes. Y es que The King of Pigs nos muestra una historia de nuestro (por desgracia) día a día. Jong-suk, un escritor de no demasiado éxito, se reúne por primera vez en 15 años con su amigo de la infancia, Kyung-min. La llamada de este pilla a Jong-suk por sorpresa, pues no se habían hablado desde el colegio y no se veían desde hacía más de una década. Sin embargo, ambos quedan para cenar y recordar viejos tiempos. A pesar del dicho que sostiene que “cualquier tiempo pasado fue mejor” para estos dos su infancia, desde luego, no lo fue. La conversación se carga rápidamente de un cariz triste y hasta vergonzoso.

La película abre con una espeluznante escena. Un personaje que no conocemos (más tarde reconoceremos en él a Kyung-min) se ducha entre sollozos en una casa repleta de carteles de embargo. Una mujer parece descansar con la cabeza sobre la mesa de la cocina, estaría plácidamente dormida si no fuera por una desagradable marca de ahorcamiento en el cuello. Kyung-min llora. Una extraña figura parece observarlo todo esto desde un sofá a oscuras, un sofá que parece estar en una casa abandonada, una visión entre zarcillos de oscuridad que se extienden por el piso. Una reflexión sobre aquellos que viven la buena vida, aprovechándose de los cerdos como ellos que no son valiosos salvo en su muerte, sale de la boca de este extraño personaje mientras se pone en pie y camina hacia Kyung-min. Cuando sale de la oscuridad podemos ver su rostro, una cara de cerdo desfigurada salida del mismo reino de las pesadillas.

Kyung-min solo ha tenido una visión, detrás de esa figura no hay más que un cristal donde ve reflejada a la mujer muerta. Tranquilamente y sin dudar, llama a alguien. Jong-suk, nuestro escritor, recibe un duro rapapolvo de su jefe. Parece incapaz de escribir nada de éxito, es una persona atascada en su trabajo y que cuando aparece relacionándose con su pareja se muestra celoso y violento, llegando a agredirla antes de salir de casa. Es ese momento en el que su antiguo amigo de la infancia le llama y ambos se reúnen.

Con esta dura y desaprensiva introducción nos presenta la película a dos de sus personajes principales, dos seres angustiados y violentos, que parecen perdidos en una ciudad moderna. Mientras comen y beben, ambos comenzarán a recordar su infancia en el colegio, un colegio como podría ser cualquiera de nuestro país: unos niños más ricos y otros más pobres, mejores y peores estudiantes, con profesores algo desilusionados; un colegio donde parece funcionar una pequeña jerarquía entre los muchachos: el más fuerte, listo y rico manda, como si fuera un perro de pura raza, mientras que el resto, simples cerdos, lloran y sonríen para evitar el golpe.

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The King of Pigs es una desgarradora película sobre el bullying endémico de toda institución de enseñanza, desde España hasta Corea del Sur. La clase donde ambos amigos coinciden parece estar regida por dos desaprensivos chavales que hacen del aula su propio patio de recreo. Los chavales parecen estar insertados en una pequeña sociedad de líderes dentro del colegio, por la cual los chicos de cursos superiores velan por que sus vigilantes mantengan lo que ellos llaman “El ambiente del colegio”, hasta el punto de que, si alguno de los muchachos se revela contra esa tiranía, no dudan en tomar cartas en el asunto a pesar de la diferencia de edad.

La primera vez que vemos esa violencia es precisamente sobre el pobre Kyung-min, al que llaman llorica. Estos dos matones, con su propio concepto de broma, comienzan a toquetear el pito (como lo llaman) del muchacho mientras Jong-suk lo observa todo y, mediante una voz en off, muestra sus sentimientos. La sonrisa de aceptación que aflora en los labios de su amigo le saca de quicio, pero aún así él no tomará nunca cartas en el asunto. Jong-suk también es una víctima y, aunque se sitúa en ocasiones por encima moralmente, permite igualmente los actos y los sufre por igual.

Poco después de este episodio de acoso sexual, los matones vuelven a tomarla con el llorón Kyung-min y comienzan a darle bofetadas. De repente, una silueta en las sombras de la esquina de la clase alza la voz contra ellos. Chul, un pandillero que pasa del colegio, interviene dando una paliza a los matones. Su rostro, lleno de violencia e ira mientras golpea repetidas veces la cara del crío (hasta dejarlo inconsciente) parece una máscara animal. La ropa y la voz no nos deja duda: él es la figura que Kyung-min ha visto de adulto en su solitario piso.

La película intercala continuamente momentos del pasado de los dos muchachos con sus conversaciones como adultos en el bar. Los dos críos maltratados comienza a orbitar alrededor de Chul como único salvador, quedan con él después de la escuela y empiezan a trazar cierta amistad. Mientras esa relación se forja, observamos que Chul no parece ser la mejor influencia. Su idea sobre el problema del bullying es sencilla: “Hay que ser más malvados que ellos para ganarles”. La violencia es su característica principal sumada a un odio casi caballeresco hacia los maltratadores. Uno de los momentos más terribles de la película es cuando los tres chavales parecen participar en un rito iniciático, una especie de hermandad entre amigos forjada a través de la sangre. Con una navaja en la mano, Chul convencerá a sus amigos de su visión sobre la violencia. La navaja se presenta como un elemento diferenciador, algo que les separa y que les hace ser mejores que el resto, una navaja, al fin y al cabo, que Chul no duda en usar para apuñalar a un gato indefenso, incitando a sus nuevos “hermanos” a que lo hagan después. Jong-suk, airado por la última “jugarreta” sufrida no dudará en apuñalar al agonizante animal; Kyung-min tarda más, pero accede. Después de esta iniciación, Chul parece apreciar a los chicos lo suficiente como para hablarles de él y su pasado, a través del cual se nos presenta un individuo totalmente ajeno a la sociedad: de familia pobre y con un padre fugado de casa, vive de aquí para allá con su madre mientras esta trabaja por poco dinero. Un individuo que no tiene nada y que, por ello,  tampoco teme a nada. Jung-suk se convierte en el hilo conductor de la narración. Sus recuerdos llevarán casi todo el peso narrativo de la cinta. Constantemente será su voz en off la que narre los hechos y la que ponga en duda moral los actos que realizan los protagonistas.

Sus recuerdos se mezclan con visiones oníricas como la del gato apuñalado que le sigue, en las que reflexiona sobre la violencia y la situación en la que se encuentran.

La cinta no duda en mostrarnos todo tipo de abusos entre los niños: palizas, insultos, destrozo de cosas, acoso sexual y varias acciones bastante más escatológicas. Como si no fuera suficiente, nos muestra la decadencia y caída en el hastío de un chico nuevo en el colegio, Chan-young. Se trata de un joven listo, apuesto, y atlético, que parece caer bien a todo el mundo. Kyung-min, quien parece estar más alejado de los pensamientos de Chul ve en él una solución al bullying sin usar la violencia, quiere ser su amigo y apartarse de Chul. Sin embargo, su figura heroica, su adalid y salvación se ve inmerso en el bullying, pues los dos matones de la clase ven en él a un enemigo y alguien que puede librarse de su violencia. Rápidamente tomarán cartas en el asunto y lo someterán a vejaciones de todo tipo. Así, el joven Chan, después de haber sido rociado de orina, se colapsará y tratará de atacarlos con un cutter, provocando la intervención de los chicos mayores que necesitan mantener el status quo. Chan, risueño y valeroso tarda tan solo tres días en ser un cerdo como los demás; como dice Jong-suk “le llevó sólo 3 días a Chan-young aprender esa sonrisa”. No hay salida, solo la violencia parece ser la solución. El status quo de la clase no cambiará.

La película es un trágico relato que nos cuenta con crudeza y violencia lo que sucede en todo el mundo. Los muchachos, inmersos en una violencia desproporcionada e inexplicable, se ven atraídos por la única figura que continuamente hace frente a los matones. Chul se convierte de este modo en una especie de figura caballerosa que se espera cada vez que aparece en pantalla una situación de abuso. El espectador se hace partícipe de la violencia, pues termina por desear ver cómo Chul planta cara a los violentos muchachos. No somos conscientes de que la película, lentamente, nos lleva al mismo terreno de los protagonistas, donde la violencia solo engendra más violencia.

Las conversaciones de los adultos al mencionar a Chul nos hacen pensar que algo no fue bien durante esos meses de amistad. Hablan del joven como de alguien fallecido, alguien que ya no está con ellos. La figura de Chul es el eje central de la película, son sus actos y pensamientos el timón de la trama, y nosotros vemos todo esto a través de los ojos de Jong-suk, quien  a su vez ve en él al “rey de los cerdos”, aquel que se revela y les guía contra los “perros” que los maltratan.

El director Sang-ho Yeon tiene espacio en los 97 minutos de película para dar pinceladas sobre otros problemas endémicos de la sociedad: la economía y los vaivenes de la misma, la prostitución y la juventud que no tiene rumbo; una juventud que en ocasiones se cría y vive en la pobreza y que se considera inferior a los demás e incapaz de seguir el ritmo de sus iguales, lo que les lleva a cometer actos de violencia y robo.

The King of Pigs es una historia cruel y cruda. La crítica no ha dudado en compararla con El Señor de las moscas (Harry Hook, 1990), y ciertamente la jerarquía de los niños y la escalada de violencia en la que se ven inmersos nos recuerdan a dicha película.

La película tiene una cuidada animación digital y el director no duda en mostrarnos de forma explícita la violencia y las situaciones de abusos. En ocasiones quizás la animación pueda parecer algo burda, no por su calidad, sino por el movimiento de las figuras, y porque, en ciertas partes, parece haber movimientos poco cuidados y elementos del escenario donde las texturas se difuminan.

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Sang-ho Yeon vuelve a repetir con la animación en su siguiente película, The Fake (2013) ganadora del premio a Mejor Película de Animación en  la edición de Sitges de ese mismo año y  una de las diecinueve preseleccionadas para los Óscars. Se trata de una cinta que aún solo ha podido ser vista por unos pocos en los diferentes festivales por los que está viajando, pero que ya tildan de genialidad. Parece ser que Sang-ho ha dado un paso más en la animación para adultos, ya conocemos el próximo título en el que Sang-ho Yeon puede estar trabajando. Seoul Station, prevista para el 2015 será una película de zombies. El tercer largometraje del realizador apuesta por el terror, aunque sin duda alguna no será una película más dentro de la actual corriente que han hecho de los zombies el monstruo de moda.

Por último, y como coda final (y una alegría para un servidor), parece ser que la distribuidora Mediatres Estudio ha llegado a un acuerdo con Fine Cut para estrenar la película en los cines a mediados de 2014, si todo va bien el dieciséis de mayo. Posteriormente Cameo la publicará en DVD, una buena noticia sin lugar a dudas.

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3 Respuestas a “En el país de los cerdos, el carnicero es el rey: The King of Pigs (Sang-ho Yeon)

  1. Estoy a punto de ir a ver èsta película al cine y solo veo buenas notas de los comentaristas pero ningún comentario al respecto del público. Tentador!

    • ¿Dónde podrás ir a verla? The Fake se ha distribuido en cines españoles pero esta no sabía que se fuera a proyectar. Hay pocos comentarios del público porque es una película poco vista en este país, y en cualquier lado, ya que aunque esta tuvo cierta repercusión fuera de Corea no fue hasta E Fake que fue tenido en cuenta fuera de Corea al ser nominado en Cannes y en Sitges.

      Es una películad que no te decepcionará.

  2. Pingback: El cómic de viajes de Guy Delisle: Shenzhen (SZX9) — Pyongyang (FNJ) | Harlan·

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