Nuestra literatura, la occidental específicamente, ha determinado un lugar exclusivo para un grupo de autores y de obras cuya lectura se antoja esencial, vital e inevitable para nuestros individuos. Este lugar exclusivo tiene su espacio determinado en el concepto cultural llamado Canon literario. Al respecto de estos autores y estas obras recuerdo un breve ensayo de Borges de su libro Otras inquisiciones donde escribió: «Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término», y más adelante nos reafirma: «Clásico (…) es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.»
Edgar Allan Poe es uno de esos escritores que nos urgen y despiertan un extraño fervor por su lectura. Personalmente, confieso que el fervor y el misterio por la obra de Poe surgen desde mi adolescencia y es ese misterio estético el que hoy me motiva a escribir sobre este gran autor, pero una pregunta o una reflexión (creo yo constante para con estos autores consagrados por el gran público) me viene a la mente: ¿Qué puedo decir de Poe que muchos de ustedes – y más aquellos que sienten admiración y pasión por este gran escritor- no hayan leído o escuchado de él?
Podríamos comenzar con que nació en Boston en 1809, que es un escritor norteamericano. Sus padres fueron autores y cómicos ambulantes, mueren muy jóvenes, dejando huérfano a Edgar y a sus dos hermanos (William Henry y Rosalie). Un momento decisivo en su vida comienza al ser adoptado por un matrimonio muy adinerado de Richmond, Virginia: Los Allan. Que su vida quedaría marcada en todos los aspectos por su relación estrecha con su madrastra y lejana -hasta inalcanzable- con su poderoso padrastro.
Tal vez, también les podría decir que fue muy bien educado en Norteamérica e Inglaterra, educación que se ve reflejada en toda su valiosa obra. Que después de muchas desavenencias con su padrastro, de ser expulsado de la Universidad de Virginia por sus problemas como jugador y –dicen- ya con el alcohol, inicia su vida atribulada e independiente con un breve paso –de dos años- por el ejército, después como periodista y tratando de lograr una independencia a partir de la creación literaria y haciendo de la literatura su forma de vida.
Puedo agregar en este punto que fue polígrafo, pues su obra se compone de poesía (clasificada por los expertos en diferentes etapas); una novela: The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket; y cuento, donde sobresalen sus historias de terror, horror, grotescos, góticos, satíricos, detectivescos, incluso de ciencia ficción. En muchos aspectos Poe es un motor fundamental de la narración moderna, sea ésta policíaca, de terror o del cuento contemporáneo en general. También escribe ensayo, crítica y teoría literaria.
Pero todo lo anterior sólo es un pretexto para lo que hoy les quiero expresar. Lo que principalmente quiero compartirles es una idea que gira en torno a la figura de este escritor como uno de los grandes viajeros literarios; de cómo Poe –y atendiendo al título de este texto- desborda con su viaje las fronteras literarias románticas, simbolistas y modernas, para convertir su literatura en uno de los grandes referentes literarios y en una “ultra visión” artística.
De los muchos críticos de la obra de Poe, considero que el más grande es y será Charles Baudelaire, tal vez debido a que este último es quien dio a conocer al gran público europeo la obra del primero. Y también, tal vez se deba a que Baudelaire es uno de los primeros que supieron acompañar a Poe en su viaje insólito, tal vez -siempre tal vez- a que estos dos grandes escritores eran dos almas correspondientes.
Y por eso, me gustaría citar lo que Baudelaire dice de Poe en su célebre Edgar Allan Poe, su vida y sus obras:
«¿Existe, pues, una Providencia diabólica que prepara la desgracia desde la cuna, que arroja con premeditación naturalezas espirituales y angélicas en medios hostiles, como a mártires en los circos? ¿Existen, pues, almas santas y destinadas al altar, condenadas a ir hacia la muerte y hacia la gloria a través de sus propias ruinas? La pesadilla de las Tinieblas, ¿asediará eternamente a esas almas elegidas? En vano se agitan, en vano se forman para el mundo, para sus previsiones y asechanzas; perfeccionarán la prudencia, taparán todas las salidas, acolcharán las ventanas contra los proyectiles del azar; pero el Diablo entrará por el agujero de la cerradura. Una perfección será la falla de su coraza, y una cualidad superlativa, el germen de su condenación.»
Fabulosas palabras que bien describen el alma de Poe como atormentada, nómada, aventurera, pero sellada por un fatalismo siniestro que lo llevará por la vida como un desventurado. Pero su viaje literario ha mostrado hazañas que el «nunca más» de su Cuervo no pudo anticipar. Un ejemplo de ello es lo que Harold Bloom nos dice con respecto a las palabras de Ernst Robert Curtius: «Dante consideraba que sólo dos viajes al más allá antes que el suyo eran auténticos: el de Eneas, en el libro 6 de la epopeya de Virgilio, y el de San Pablo, tal como lo narro en Corintios 2, 12:2. De Eneas surgió Roma; de San Pablo el cristianismo gentil». A lo anterior podemos agregar y afirmar que existen más viajes al “más allá”. El viaje de Poe lo es, es un viaje a lo extraordinario y de su viaje, sin duda alguna, surgen muchas ideas para la Modernidad literaria y su debate ahora llamado Posmodernidad.
La obra de Poe (por ejemplo su poema-ensayo cosmológico Eureka) se desarrolla entre la ciencia y la gran imaginación, gran imaginación característica según el mismo Bloom de toda gran obra literaria, pero abandonando un poco la idea del “más allá”, veamos específicamente a que me refiero con eso de gran viaje literario.
La siguiente imagen es el aguafuerte titulado El sueño de la razón produce monstruos. Es un grabado de la serie Los Caprichos del pintor español Francisco de Goya. Está numerado con el número 43 en la serie de 80 estampas. Se publicó en 1799. Esta imagen se encuentra en Madrid, en el Museo del Prado, pero no es ahí donde yo la descubrí por primera vez. Mi primer contacto con la imagen tuvo que ver en mi juventud y con la lectura de un libro de René Dubos titulado precisamente Los Sueños de la razón. En este libro, el autor, un científico microbiólogo, establece un reflexión muy interesante del discurso científico y del papel de la ciencia en la Era Moderna.
Dubos hace referencia a la leyenda que acompaña el aguafuerte número 43, que dice así: «La imaginación abandonada por la razón crea monstruosidades. Unida a la razón, la imaginación produce grandes maravillas y arte verdadero». En mi juventud esta imagen se grabó para siempre y se grabó porque también en esos momentos leía mis primeros textos de Edgar Allan Poe. Esa extraña imagen se unió inmediatamente en mi imaginación, a la obra de Poe y hasta hoy, nunca he podido separarlas.
Razón e imaginación, binomio tan necesario pero tan debatido en la muchas veces evidente separación entre Ciencia y Humanidades. Poe pudo transitar entre estos mundos y lo hizo a través de muchos elementos de viaje, uno de ellos es precisamente el tema central del aguafuerte: el sueño.
El sueño para Poe es un puente entre la vida y la muerte, entre la juventud y el final; anhelo y ensueño, como leemos en su poema Sueños:
«¡Ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero!
y mi espíritu durmiera hasta que el rayo certero
de una eternidad anunciara el nuevo día.
¡Sí! Aunque el largo sueño fuera de agonía
siempre sería mejor que estar despierto
para quien tuvo, desde el nacimiento
en esta dulce tierra, el corazón
prisionero del caos de la pasión.»
Y en el mismo poema leemos:
«Fui feliz, y adoro el tema:
¡sueños! tanto por su intenso colorido
como por ese efímero, brumoso parecido
que oponen a lo real, y porque al ojo delirante
ofrecen cosas más bellas y abundantes
del paraíso y del amor -¡y todas nuestras!-
que la esperanza joven en sus mejores muestras.»
Es ahí donde reside el trastrocamiento de las fronteras por los viajes y los sueños literarios de Poe. Frontera imaginativa en la que siempre nos encontraremos con la muerte, con la necrofilia; con el horror de la sangre, de lo cadavérico; con el misterio que crea terror u horror; con la duda y la culpa tan allegada a los hombre modernos; con los enigmas de la ciencia y lo posible; con el humor; con la razón detectivesca; con las aventuras fantásticas de un joven polizonte; con la incertidumbre de la muerte ¡Nunca, Nunca más!; con los otros viajeros que hicieron de Poe un Virgilio: Baudelaire, Cortázar, Borges y nosotros los lectores de hoy.
Sólo me quedaría terminar con estas reflexiones: ¿Es el sueño de la razón lo que guió la vida y obra literaria de Poe? o ¿Es Poe uno de los grandes escritores que unen la razón y la imaginación para nuestra lectura actual? Dejo esa respuesta en ustedes.