Ruido

El noise (“ruido” en inglés) es un género de música experimental que aparece a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado. Maneja un conjunto de influencias heterogéneas, desde la música futurista (L. Russolo) y dadaísta (Anti symphony, J. Golyscheff, 1919) hasta el punk, la música industrial o el movimiento hardcore/gabber, pasando por la Escuela de Viena, Fluxus o la obra de La Monte Young. Dentro del noise existen cuatro géneros o subgéneros principales; suscribo las definiciones que ofrece Jorge Castro, miembro del proyecto “Cornucopia”, recogidas en la revista Fungus Cerebri:

  1. Power electronics (P.E.): el género principal. Se nutre de la música industrial. No tiene elementos percusivos, pero si posee ritmo o pulsación. Utiliza la voz, procesada por efectos y sintetizadores. Ej: Genocide Organ, Whitehouse, Slogun.
  2. Harsh noise: No posee ritmo alguno o coherencia rítmica. Se compone de ruidos a mucho volumen y con mucha distorsión. Debe poseer alguna coherencia en su composición y cuidado en evitar la repetición de elementos. Se utilizan pedales de efectos y generadores de sonido. Ej: Merzbow, Macronympha.
  3. Wall noise: sub-género del harsh noise. Literalmente, la simulación de una “pared” de ruido, preferiblemente sin dinámicas, ni secciones diferentes dentro del mismo “track”. Se caracteriza por temas de gran longitud. Un ejercicio de paciencia. Ej: The Rita, Vomir.
  4. Drone: En los últimos años, se aglomera una gran cantidad de disciplinas sonoras dentro del drone. Composiciones extendidas y usualmente serenas. Ej: Tomas Koner, Emeralds.

Sin entrar en demasiados detalles las obras de estos artistas suelen estar compuestas mediante dispositivos electrónicos más o menos intervenidos, grabaciones modificadas, sintetizadores, instrumentos no convencionales (Gristle-izer) e instrumentos convencionales tocados de forma no convencional. Además, la difusa frontera con la música industrial y su estrecha vinculación a otras formas  de arte como la instalación o la performance, a menudo dificultan una clasificación clara y uniforme de las obras.

La influencia entre esta clase de propuestas y otros géneros musicales es reciproca y notable. Es común que los artistas vinculados al noise nombren como influencia no solo a los pioneros del industrial (Kraftwerk, Suicide, Throbbing Gristle, Cabaret Voltarie) o a los compositores de vanguardia (Russolo, Schömberg, Cage, Stockhausen), sino también músicas populares y tradicionales (india, balinesa, tibetana), jazz (John Coltrane, Ornette Coleman, Don Cherry), rock experimental y psicodélico (Frank Zappa, Jimi Hendrix, Pink Floyd o el Metal Machine Music de Lou Reed) e incluso artistas pop (Abba, Roxy Music). Por otro lado la influencia de las propuestas noise es reconocible en la obra de artistas más populares como Sonic Youth, Nine Inch Nails o Atari Teenage Riot.

La influencia del arte de vanguardia, la performance y el punk a menudo determinan una temática angustiosa, controvertida y de tintes expresionistas; y el carácter agresivo, y en ocasiones violento de las actuaciones en directo. Cabe destacar por su efectismo el movimiento japonés (japanoise), muy vinculado a la escena performance, con grupos como The Gerogerigegege, Incapacitants, Hijokaidan, Hanatarash o Merzbow. En la escena occidental destacan las performance de Einstürzende Neubauten, COUM Transmision (el proyecto paralelo de Throbbing Gristle), Crank Sturgeon o el catalán Jordi Valls (Vagina Dentata Organ).

Uno de los aspectos más interesantes del noise, tal vez por su carácter minoritario, es su estrecha vinculación con la cultura DIY (do it yourself, literalmente “hazlo tu mismo”). Aunque es posible encontrar grabaciones editadas por discográficas, la obra de estos artistas suele ser auto producida y distribuida en ediciones caseras muy limitadas. También son frecuentes las grabaciones pirata o no catalogadas de actuaciones en directo. Cabe destacar, teniendo en cuenta el carácter minoritario de las propuestas y lo limitado de las producciones, la rapidez con la que se expandió el movimiento, ya que entre mediados de los 70 y principios de los 80 aparecieron proyectos a lo largo y ancho de los cinco continentes. Estas ediciones suelen ir acompañadas de artworks muy elaborados y en ocasiones polémicos, como las obras de Maurizio Bianchi (a.k.a. Mauthausen Orchestra) dedicadas a los campos de concentración nazis, o las obras de Whitehouse inspiradas en la obra del Marqués de Sade.

Mauthausen Orch Ad

Cubierta desplegada del álbum «Anal Perversions» de Mauthausen Orchestra

Adquirir obra original de artistas actuales no es difícil ni excesivamente caro, existen multitud de pequeñas discográficas que se dedican a producir y distribuir material de artistas industrial y noise. Suelen ser ediciones limitadas, con producciones muy cuidadas y a un precio más que razonable; además no existe demasiada competencia a la hora de coleccionar. Por otro lado, las ediciones originales de los años 70 y 80 son raras y difíciles de autentificar ya que circulan gran cantidad de copias pirata (lo que explica la rápida difusión de las propuestas) de calidad irregular. Adquirir ediciones originales requiere contactar con algún coleccionista o rebuscar en las tiendas de discos de segunda mano. El precio varía en función de la pieza (rareza, estado…) y el vendedor, en un arco desde los 50 o 60 euros hasta los cientos o miles que se puede pagar por el segundo número del fanzine Pure editado por Peter Sotos, miembro de Whitehouse, que contenía pornografía infantil y por el que fue condenado por posesión de esta clase de material. Actualmente internet ha ampliado la capacidad de  distribución del material, hay artistas que distribuyen gratuitamente su obra o parte de ella, bien en sus páginas web, bien en plataformas como myspace, vimeo o youtube. La mejor manera de adquirir estas producciones es dirigirse directamente a los sellos (la revista Fungus Cerebri ofrece en su archivo una relación de discográficas dedicadas al industrial/noise, así como interesantes reseñas y entrevistas), aunque también pueden encontrarse a través de páginas web como discogs.com.

Mi interés por el ruido es relativamente reciente. Como muchos adolescentes empecé por el rock, luego me interesé por el punk, el jazz y finalmente la electrónica, principalmente tecno y hardcore/gabber. Me empecé a interesar específicamente por el noise hace un par de años, tras escuchar el disco 60” wipeout de Atari Teenage Riot. La curiosidad me llevó a investigar hasta encontrar a los artistas que he nombrado –y muchos más que me dejo en el teclado–, pero lo que realmente motivó mi interés fue que la mayoría de los artistas manejaban un discurso más filosófico que artístico (citaban autores como Deleuze, McLuhan, Foucault o Baudrillard), con el que yo me siento muy identificado. La alusión a temáticas controvertidas como el fascismo, la violencia explicita, el sadomasoquismo, las para filias o la psicopatía tienen su razón de ser en la concepción del arte como método o estrategia para denunciar las estructuras y jerarquías sociales y afirmar frente a ellas la autonomía del individuo; lo cual no significa que los artistas simpaticen con el objeto de su obra. En ese sentido la alusión a estos temas podría entenderse en los términos de la relación entre medio y mensaje que establece McLuhan en su obra y no como una celebración o una simple boutade del artista. No es una cuestión de despliegue de negatividad epatante contra una academia, un sistema de representación, cierto público o un concepto de arte como pudieron ser las vanguardias; es un ataque frontal a la sensibilidad más primaria que golpea directamente sobre los umbrales sensoriales, cuestionando y diluyendo las fronteras entre el dolor y el placer, la dominación y la sumisión, el deleite y el asco.

En su libro “La educación del des artista”, Allan Kaprow escribió:

“La Monte-Young, cuyas performances a partir de complejos sonidos monótonos y repetitivos me interesan […], cuenta como en su infancia en el Noroeste [de EEUU] apoyaba su oreja sobre las torres de alta tensión y disfrutaba sintiendo el zumbido de los cables a través de su cuerpo. Yo también solía hacer eso y, la verdad, lo prefiero a los conciertos  de Young […]”

No recomiendo a nadie acercarse a un poste de alta tensión, pero hay que reconocer que solo hace falta un poco de atención para escuchar noise donde antes solo había ruido. También habrá quien aderece sus desayunos con las obras de Taint o Merzbow; en mi caso, al menos, escuchar noise requiere un severo ejercicio de paciencia y la abnegación de un sumiso masoquista.  Cuesta tiempo adaptarse y hay que investigar un poco hasta encontrar aquello que se ajusta a las expectativas de cada uno; sin embargo, la materia en cuestión no carece de interés e invito a todo el mundo a darse un garbeo por este mundillo y comentar al respecto.

      Texto de Martin del Valle-Inclán

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