La segunda vez que fui a ver la performance “El trabajo es la Dictadura” de Santiago Sierra, el pasado 28 de enero, casi no llego a entrar al espacio expositivo. Un cartel en la puerta indicaba que se estaban haciendo reformas para quitar la exposición del artista Not Vital. Tenía ganas de volver a ver la performance, y era el penúltimo día para poder hacerlo, así que abrí la puerta para encontrarme con la sala medio vacía, llena de material de embalaje y un grupo de trabajadores entre las obras del artista suizo. Ni rastro de los escribas. Sin embargo estos seguían incansablemente cumpliendo su cometido contractual en un lugar más apartado. Me pareció que la obra, por casualidad o gracia del destino, había adquirido un trasfondo interesante. A los parados (trabajadores por unas cuantas jornadas) ya casi nadie les iba a ver, como ellos mismos me dijeron, fuera del tumulto mediático de los primeros días. Marginados tras las obras de Not Vital ahora sí que parecían un grupo de alumnos castigados. Castigados e invisibles. Es una pena que Sierra no estuviera en Madrid para poder verlo.
“El trabajo es la Dictadura” es una performance organizada por el artista español Santiago Sierra con motivo de su colaboración con Ivorypress para la publicación de un libro dentro de la serie LiberArs, que ya recoge contribuciones de Gerhard Richter, Anselm Kiefer o Richard Long, entre otros. Los artistas tienen que ajustarse al formato libro pero tienen libertad para proponer un proyecto en torno a la publicación. Santiago Sierra escogió realizar una performance delegada y para ello hizo que se publicara una oferta de trabajo en el Servicio Público de Empleo Estatal (antiguo INEM) para contratar a 30 parados para escribir la frase “El trabajo es la Dictadura” en 1000 libros de 120 páginas. A los trabajadores se les paga el sueldo mínimo (“y un pellizco más, porque el mínimo en España es medieval”, en palabras del propio Sierra) y los ejemplares se venden a 24 euros. El precio es superior al previsto, que era 18 euros como los demás artbooks de la editorial, pero según me informaron en Ivorypress ni ellos ni el propio artista obtienen ningún beneficio económico de la venta de los libros. Todo el dinero se usa para intentar cubrir la inversión inicial de 24000 euros (1000 libros x 24 euros) que se usó para pagar el material y a los trabajadores.
Los trabajadores, apartados tras las obras de Not Vital
Los participantes están dispuestos en grupos de 6 personas por cada una de las 5 mesas. Cada uno tarda unas 2 horas en acabar un ejemplar, habiendo rellenado 6 líneas por cada un de sus 120 páginas. En el centro de las mesas hay una hoja donde se contabilizan los libros que han completado. El ambiente es profesional, aunque con diferencias en cada grupo: en uno se escribe con bastante silencio mientras alguno lleva cascos para escuchar su propia música, en otro el ambiente es más familiar y de charla informal. La mayoría son jóvenes de entre 20 y 30 años aunque también los hay notablemente mayores. Cuando hablan para los medios de comunicación (La Sexta) se ve el fuerte contraste de opiniones respecto a su actividad, aunque todos coinciden en lo monótono y pesado del trabajo. Muchos acaban teniendo dolor de manos o se equivocan y escriben “El trabajo es el trabajo” en vez de la frase original. Algunos participantes, como Carlos Serrano, ponen en evidencia lo absurdo de todo esto (¿de la performance o del sistema?): “Sí, es una dictadura. Estamos aquí, haciendo, escribiendo lo mismo, ¿qué interés tiene todo esto?”. Al comenzar a realizar su trabajo la mayoría no sabían ni quién era Sierra. Uno de ellos, al enterarse de en qué consistía la actividad y su pertenencia al mundo del arte, se marchó indignado. Si bien alguno se escandaliza, muchos aceptan sin muchos problemas que la actividad sea vista como arte. Cristina Estrella afirma: “Es un poco cansado, pero bueno. Forma parte del arte, pues bien” (sin ironía). Forma parte del arte, en efecto, pero ¿dónde está el arte? Cuando les pregunté, uno de los participantes me dijo: “bueno, en los libros” pero otro rápidamente respondió: “¡Somos nosotros!”. Y tenía razón.
Parece un examen pero es la nueva obra de Santiago Sierra
Santiago Sierra es conocido internacionalmente, sobre todo por este tipo de polémicas obras, aunque en España ligado a su nombre siempre se cite su rechazo del premio nacional de artes plásticas de 2010. Suele contratar a gente, muchas veces en situación precaria, para que realicen actividades banales o relacionadas con el castigo, como en la versión de “Grupo de personas cara a la pared” en la Tate Modern de Londres. Muchas de estas performances adquieren un cariz muy polémico, como la controvertida “Línea de 120 cm tatuada sobre 4 personas”, donde se pagó a 4 prostitutas adictas a la heroína por el precio de una dosis para tatuarlas una línea sobre sus espaldas. O “Los penetrados”, donde se contrató a varios hombres y mujeres de razas blanca y negra para practicar sexo de manera organizada. Los títulos de las obras son claros y ponen el acento en cuestiones laborales y del trasfondo social de los participantes. Últimamente Sierra pone de manifiesto cuestiones directamente relacionadas con la actualidad, como en su nuevo trabajo, actualmente en la galería Prometeo de Milán, “Trilogy, pigs devouring the hellenic, italic and iberic peninsulas” (Trilogía, cerdos engullendo las peninsulas helénica, itálica e ibérica). Parece una clara referencia al problema rupturista de Europa y el desprecio hacia los PIGS: Portugal, Irlanda y/o Italia, Grecia y España (Spain), pero el artista indica que los cerdos que devoran los mapas de pienso de las tres penínsulas son en realidad los “cerdos capitalistas”.
“Línea de 120 cm tatuada sobre 4 personas”, año 2000
“El trabajo es la Dictadura” se puede englobar entonces dentro de la línea de performances relacionadas con el trabajo y su conexión con el castigo, centrado en un momento de desempleo brutal y condiciones de trabajo cada vez más precarias en España. No sé qué pensaría Sierra de los comentarios de algunos de los participantes de «El trabajo es la Dictadura» como Charo González: “Los que estamos aquí somos personas que queremos trabajar. Nada más. Por eso le damos las gracias al artista, que nos da una oportunidad”. Otros también alaban el papel del artista como creador de empleo: “Es una manera de dar trabajo, faena, a alguien que no lo tiene, cosa que los políticos no están haciendo”. Algunos, como Juana Pascual, son más críticos con su actividad: “¿Cómo puedo estar escribiendo, yo que no tengo trabajo, el trabajo es la dictadura, cuando para mí sería a lo mejor la libertad?”. Debo confesar que cuando uno de ellos me ofreció sustituirle por un rato dije que no ya que a mí no me pagababan. La remuneración y la necesidad son la base de esta obra. El artista no puede ser más claro al exponer sus ideas cuando se le pregunta acerca de la cuestión: ”el trabajo siempre es explotación”. Y es que la crítica al capitalismo está bien presente en sus comentarios. Sin embargo a Sierra se le suele reprochar el utilizar y repetir los mismos modelos de explotación que pretende denunciar, siempre marcando el componente de castigo y humillación de dichas acciones. Porque claro, si sostenemos que el trabajo es explotación, Sierra se convierte en explotador. Frente a esto responde: “Me encantaría ver un día preguntas de este cariz dirigidas a los grandes peces gordos”.
Paralelamente a “El trabajo es la Dictadura” se presenta la exposición “Los Encargados”, fruto de la colaboración de Sierra con Jorge Galindo, en la galería Helga de Alvear hasta el 2 de marzo. Se exponen la documentación y las pinturas originales que se utilizaron en la performance del 15 agosto de 2012, que consistía en un convoy de mercedes negros llevando los retratos invertidos del rey y todos los presidentes de la democracia por toda la Gran Vía de Madrid. El vídeo tiene como telón musical la Varsoviana, más conocida en España por su versión anarcosindicalista “A las barricadas”. Sin duda una rotunda crítica a la democracia española y su condición de títere, mostrando la farsa de una sistema político en crisis. Muchas reseñas han alabado la profundidad de la crítica política de esta exposición, como lo demuestra una entrada de elcultural.es: “Como toda gran obra de arte político, es precisa en sus objetivos, denigra al enemigo, sin ser obvia se pertrecha en la mejor historia de las imágenes y, al final, llama a la acción”. La verdad es que cuando asistí a la inauguración sentí por parte del público de todo menos urgencia por pasar a ningún tipo de acción a parte de ir a por otro canapé u otra copa de vino. Afortunadamente Santiago Sierra es un artista consciente de sus limitaciones, sobre todo al trabajar para las instituciones: “No sé si el arte puede o no despertar a nadie. Personalmente, no me gusta que me quieran despertar, me suena a mesianismo, algo de lo que huyo, y me gusta dormir”. Por fin un soñador emancipado.
Vídeo de «Los Encargados» de Santiago Sierra y Jorge Galindo
Y es que Sierra siempre me sorprende, como cuando paga “un pellizco más” aparte del irrisorio mínimo interprofesional de España a los participantes de “El trabajo es la Dictadura”. Será porque, como dice él, siempre se ha considerado en el fondo un minimalista con sentimiento de culpa. No creo que este pellizco sea como un buen sobresueldo en sobre para algún “encargado”. ¿Compraría alguno de ellos uno de los libros de Sierra? ¿Y alguno de los participantes de la performance? Le pregunté a una de las escribas si le gustaría llevarse uno de los que hizo a su casa. Me contestó que no, que le recordarían el penoso y aburrido trabajo que tuvo que hacer. Pero por ahora los ejemplares se están vendiendo bastante bien en el espacio del Ivorypress, aunque ni el artista ni la editorial saquen beneficio de ello. Cabe plantearse, quizás, un ejercicio de revisión marxista, y decir que la plusvalía (más que el trabajo) es la dictadura, como en un curioso video colgado en la red bajo el título Santiago Sierra corregido.
Pingback: EL PRECEDENTE | Cemento de huesos·
gracias por citar mi vídeo y enhorabuena por tu análisis general del trabajo de SS, aunque todo puede ser matizable. Saludos