Ha acabado el 2012, y con él las apocalípticas profecías que presagiaban el fin del mundo para diciembre. Pero si bien tenemos que seguir lidiando con nuestras vidas, no lo tendrá que hacer, desgraciadamente, una gran figura de la música como lo fue Ravi Shankar, considerado el músico hindú más famoso y que falleció el día 11 del pasado mes a la edad de 92 años.
Ravi Shankar con el beatle George Harrison.
El ya tan conocido y característico sonido del sitar, instrumento de timbre hipnótico de gran importancia en la música clásica de la India, se asocia irremediablemente a su figura, pues uno de sus objetivos en su longeva trayectoria profesional de 73 años (consiguió sustentar durante algún tiempo el récord Guiness a la carrera musical más larga), fue su popularización. De esta manera Ravi Shankar será seguramente recordado como el embajador de la música clásica de la India en occidente, aunque quizás, y cada vez más, por ser el padre de la famosa cantante y pianista norteamericana Norah Jones (y no tanto por serlo también de Anoushka Shankar, una de la más reconocidas intérpretes de sitar). Pero basta con que no se le recuerde sólo como un mero apéndice del fenómeno beatle en su etapa más mística, dónde el interés de George Harrison por la espiritualidad y la música de la India resultaría en la consolidación de la moda por el gusto exótico y oriental dentro del hippismo.
Modas y clichés aparte, Ravi Shankar influyó notablemente en la música popular de occidente. Ya antes de su relación con George Harrison y The Beatles, que incorporarían el sitar dentro del pop en canciones como “Norwegian Wood” (primera grabación de un grupo de rock en incluir al instrumento indio) o “Within You Without You”, la música pop había conocido la influencia de la música de la India de mano de grupos como The Yardbirds o The Byrds. Estos últimos conocieron la música de Shankar a través del estudio de su discográfica, que fue donde el maestro indio grabó muchos de sus discos durante los años 60. The Byrds fueron los que le presentaron su arte al joven Harrison, que quedó impresionado e inmediatamente se compró un sitar. Este y otros grupos comenzaron la tendencia del raga rock, donde se toman influencias de la música de la India no necesariamente con el uso del propio sitar, sino imitando con la guitarra sus flexiones o incorporando diferentes tipos de ragas. Esta tendencia también se popularizó al otro lado del atlántico en el ambiente más californiano, como se puede escuchar en la introducción del conocido tema “The End” de The Doors. Menos conocida quizás que su influencia en el mundo del rock y el pop es la que tuvo dentro de la música clásica y el jazz, que comenzó en los años 50 iniciando una gira con el violinista clásico Yehudi Menuhin que le llevaría por Alemania, E.E.U.U. y el Reino Unido. Así hizo descubrir de primera mano a los espectadores occidentales las maravillas de la música de India, desde un tono didáctico, presagiando lo que se denominaría en años posteriores World Music.
Ravi Shankar tocando junto al violinista Yehudi Menuhin.
Otro gran figura de la música clásica de la India que realizaría una gran aportación a estos intercambios culturales fue el intérprete de sarod Ali Akbar Khan, compañero de estudios y gran amigo y colaborador de Shankar, que se convirtió en el primer músico indio en dar un concierto para la televisión en occidente, adelantándose al propio Ravi. Pero fue sin duda el maestro del sitar el más interesado en las posibilidades de una interacción entre distintas tradiciones musicales, que resultaron en fructíferos intercambios.
En el mundo del jazz su influencia se dejó notar ya en los años 50, donde Tony Scott grabó un tema titulado “Portrait o Ravi” en 1957. Poco después, en 1962, encontramos la primera grabación de una colaboración entre músicos de jazz y de música clásica de la India en el álbum “Improvisations” de Ravi Shankar, donde podemos escuchar al flautista Bud Shank improvisando sobre un tema de la película “Pather Panchali”, primer largometraje de la trilogía de Apu del Satyajit Ray, compuesta por el propio Shankar. En otro tema del disco, “Fire night” (que fue compuesto haciendo referencia a los incendios de Los Angeles de 1961) podemos escuchar aportaciones de nuevo de Shank y también del bajista Gary Peacock. Y no podemos olvidar que Shankar fue sin duda una influencia definitiva para el saxofonista tenor John Coltrane (que incluso llamaría a su propio hijo Ravi) que veía en la música de la India afinidades con su modo tan particular de entender el jazz, donde las largas improvisaciones sobre un sistema modal proporcionan un nuevo sentido musical que relacionaba con el sentido espiritual y universal de la música.
En ese sentido también son comunes las referencias de Ravi Shankar al respecto, que solía hablar del acercamiento a la divinidad que sentía al tocar su música y de las cualidades sagradas y espirituales de este ejercicio. Pero muchos pudieron ver en la popularización de su arte en el público de occidente como una banalización del sentido original de esta práctica. Así, Ravi Shankar se escandalizó de las orgías de sexo y drogas de los hippies y de su supuesto vinculo espiritual con la India o del sacrificio ígneo que Jimi Hendrix efectuó de su propio instrumento en el festival de Monterrey. Pero no por ello dejó de participar en conciertos multitudinarios como el de Woodstock o apoyar a grandes figuras del pop como George Harrison, que ingenuamente quiso como quien dice aprender a tocar el sitar en 30 días. Shankar le advirtió que para dominar el instrumento tendría que hacer grandes sacrificios y practicar horas y horas durante muchos años. Aún así, ante la negativa del de Liverpool de someterse a los sacrificios musicales del maestro este accedió a suministrarle algunas clases express. ¿Habría tenido la misma actitud como profesor si hubiera ocurrido algo semejante con un aspirante a alumno en su India natal? No lo creo.
Ravi Shankar, Ali Akbar Khan y Alla Rakha en el concierto para Bangladesh.
De todas maneras no quiero arremeter aquí contra el papel de Ravi Shankar en el intercambio de culturas musicales, en los inicios de la world music y de la fusión. Pues la música es intercambio, y en el intercambio siempre está presente el malentendido. Así lo demuestra la anécdota del concierto para recaudar fondos para Bangladesh organizado por Harrison en 1971 en la que Ravi Shankar declaró, después de que la multitud aclamara con vítores y aplausos lo que parecía la primera parte del concierto: “si os ha gustado tanto la afinación, espero que disfrutéis más aún con la música” (no sin cierta ironía, creo yo). Shankar siempre quiso conservar la integridad de su práctica, intentar darle un contexto y no presentarlo como un mero recurso exótico. En muchas de sus grabaciones y conciertos adoptó una posición pedagógica, explicando aspectos básicos para entender la música clásica de la India, como lo que es una raga, un alap, la tala, etc. Siempre advirtiendo de que, si bien su música contenía gran parte de elementos de improvisación, no debía entenderse como el jazz o ciertos experimentos de la música clásica.
En este sentido siempre me ha parecido algo chocante ese carácter de defensa de la cuestión tradicional o de la pureza del sentido original que muchos utilizan al acercarse a la música de Ravi Shankar o de sus compañeros contemporáneos como el ya citado Ali Akbar Khan. Pues en occidente se han solido ver como los representantes de una esencia atemporal y espiritual de la música de la India cuando realmente pertenecían a una escuela bastante rompedora y revolucionaria que se enfrentaba directamente con muchos de los presupuestos de la tradición musical del subcontinente. Por ejemplo el tratamiento de los instrumentos musicales como el elemento melódico fundamental en las interpretaciones. Me refiero a que la predominancia de la música instrumental y el reconocimiento del sitar y el sarod son ideas bastante rompedoras para la música clásica de la India, que siempre ha considerada a la voz humana como el principal instrumento melódico y que veía a los instrumentos musicales más centrados en el acompañamiento que en el terreno melódico principal. Incluso cambios en las estructuras de las ragas, favoreciendo el alap o introducción fueron popularizados por estos músicos pertenecientes a una misma gharana o escuela musical. Esta fue la Maihar gharana dirigida por el maestro Allaudin Khan y que fue la cuna de otros muchos conocidos intérpretes de la India como el flautista Hariprasad Chaurasia. Y tampoco hay que olvidar que el término música clásica de la India es muy generalista y difuso, y el estilo practicado por Shankar y sus compañeros pertenece a la tradición hindustaní de norte del país, influenciada por la tradición mogol y la música persa (se dice que el sitar procede de ahí) y muy diferente a la llamada música carnática o del sur de la India.
Ravi Shankar junto a su hija Anoushka.
Y es que Shankar, ya desde pequeño cuando realizó los tours por Europa y Estados Unidos en la compañía de danza del coreógrafo Uday Shankar, se sintió fuertemente interesado por el jazz, la música clásica y el cine y disfrutaba vistiéndose con ropa occidental. En el intercambio el músico también salió beneficiado (no me refiero a sólo económicamente), y sin duda se sintió influido por gran cantidad de estímulos que incorporaría en su modo de entender el arte. Por tanto no debemos tomar su música de manera idealizada, no es algo estancado ni una mera copia de patrones tradicionales. Ravi Shankar popularizó el maravilloso mundo de la música de la India en occidente, pero no se limitó a ser un mero mensajero de una tradición musical. Él aportó su gran parte, se peculiar manera de entender la música y de encontrar los lazos de unión entre diversas culturas. Popularizó la forma musical del jugalbandi (dúo de sitar y sarod) incorporó nuevas ragas como ttlak shyam, nat bhairav o bairagi, ritmos derivados de la música carnática o la apreciación de la tabla como un instrumento en su pleno derecho. Y también compuso piezas orquestales para películas con influencia de la música occidental y se interesó vivamente por el jazz o la música new age.
Sin duda Ravi Shankar fue el embajador de la música de la India en occidente, pero en realidad fue mucho más que eso. Reconozcamos su valor y acerquémonos a su música en su contexto, y así podremos apreciar mejor las capacidades de un artista que supo equilibrar la difícil balanza entre tradición y cambio.
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